(Foto: Natalia Acín)
LOCA DE NOCHE
En las mañanas, su vida era muy poco literaria. Tan sólo, la cosmética en fuga, tiritonas y un volcán en la cabeza, además del sinsabor de sueños que jamás llegaron a puerto. Lo sabía y, sin embargo, cada despertar, aseguraba lo mismo: va a ser mi gran día. Con tozudez. Por eso, después, hablaba de perderse en el asfalto, de taconear como una loca toda la noche y de encontrar la luz, su luz, entre bostezos del amanecer. Por ejemplo, con su boquita hecha corazón, combinando el rosa y el lila en su piel de peluche y sin dejar de jugar con el abanico. Porque, bajo las cenizas nocturnas, nunca, decía él con pasmosa seguridad, languidecen mis brasas. Y es que, dentro de él, bullía el afán de loca.
LOCA DE NOCHE
En las mañanas, su vida era muy poco literaria. Tan sólo, la cosmética en fuga, tiritonas y un volcán en la cabeza, además del sinsabor de sueños que jamás llegaron a puerto. Lo sabía y, sin embargo, cada despertar, aseguraba lo mismo: va a ser mi gran día. Con tozudez. Por eso, después, hablaba de perderse en el asfalto, de taconear como una loca toda la noche y de encontrar la luz, su luz, entre bostezos del amanecer. Por ejemplo, con su boquita hecha corazón, combinando el rosa y el lila en su piel de peluche y sin dejar de jugar con el abanico. Porque, bajo las cenizas nocturnas, nunca, decía él con pasmosa seguridad, languidecen mis brasas. Y es que, dentro de él, bullía el afán de loca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario