DIARIO DE TERUEL 28 ABRIL 2019,
Carlos
Gurpegui
Zaragoza
—Menuda
semana ha llevado usted compartiendo literatura. Comenzó el lunes en
mesa redonda sobre letras y justicia junto a Pepe Royo y Carlos
Tundidor, un argumento universal, vamos, y gran alternativa a tanto
debate de partidos.
—Sí,
casi como dice el refrán: “En abril, aguas mil”, pero también
hay semanas de sequía. La justicia es clave para la convivencia,
para marcar derechos y deberes y, por tanto, un tema universal para
la literatura. En esa mesa redonda, hablaMos de su presencia en
nuestras obras literarias, de su contaminación actual o, mejor, de
sus burdas dependencias pese al ejercicio de los profesionales. De
como aquellos polvos de la Transición han traÍdo estos lodos, raíz
de muchos escándalos recientes y, en consecuencia, de la necesidad
de reformarla. También de la jerarquía, de si hay justicia para
ricos y justicia para pobres...y, por supuesto, de justicia y
literatura ante la estúpida problemática de los derechos de autor
cuando uno se jubila.
—¿Cómo
fue su día de firmas en el Día de Aragón, Día del Libro? ¿Un
nuevo encuentro con lectores entre fina lluvia? Eso fue el martes.
— Normal.
A pesar de la lluvia, bastante gente, mucha conversación con los
lectores gracias a los libros como vía de intercomunicación, de
placer o de reflexión. Un día de entusiasmo que debería
prolongarse a lo largo del año, porque la lectura es vida, es
aventura, es modelo, es relación, es libertad...y es, en definitiva,
lluvia fina que cala, modela, ayuda y hasta divierte cuando se
practica.
—Organizado
por el Patronato Municipal de Educación y Bibliotecas y la
Asociación Aragonesa de Escritores, al día siguiente tuvo la
lectura pública de ‘Monte Oscuro’, su particular ‘Macondo’.
—Bueno,
fue todo un honor escuchar las historias que uno ha pergeñado
descolgándose de labios de lectores insospechados. Desde aquellos
lectores que pertenecen a otras culturas y nacionalidades, pasando
por lectores habituales que se sumaron al acto, hasta la emocionante
pasión de los chicos y chicas del CEDES que destilaban su gran
esfueRzo y sus ganas por vivir y, sobre todo, sus ganas de formar
parte de la sociedad. Todo un orgullo, además, que se haya celebrado
en el Salón del Ayuntamiento de Zaragoza y de que el alcalde y
varios de los concejales del consistorio se hayan sumado también a
la lectura como un ciudadano más, de que la Asociación de
Escritores Aragoneses me haya propuesto y de que el Patronato de las
Bibliotecas Municipales de Zaragoza lo haya llevado a cabo con tanto
mimo. Sí, “Monte Oscuro”, mi “macondo” particular, adquirió
vida, una vida plural y rica entre tantos lectores.
—Y
el viernes presentó su último libro de relatos titulado ‘A lo
largo de la vida’ (Mira Editores), que comienza con cita de Rilke
sobre la resistencia, y habla de la vida de los años, que apuntaba
Lincoln.
— Habla
del tiempo y de su transcurrir, y, especialmente, de la soledad, otro
tema universal de la literatura. Habla de la soledad y sus diversas
formas de manifestarse. A veces, de forma impuesta, otras elegida y,
también, en ocasiones empujada por el azar. La soledad como arma
defensiva, la soledad como vida, la soledad como costumbre...sea ésta
entre muchedumbres, en el corazón de la naturaleza, en medio de la
sectas o, incluso, viajando. En suma, el tiempo a lo largo de los
años, a lo largo de la vida en su manar continuo y diverso, azaroso
u obligado. Resistir y vivir, simplemente, a la vez que se disfruta.
—Son
preciosos relatos breves que encierran sabia poética. Como un buen
vino de Las Moradas de San Martín, se leen a sorbos.
—Bien
traÍda la metáfora literaria en la pregunta y, también, buena
garnacha la de “Las Moradas de San MartÍn”, cultivada en el
límite entre Madrid y Ávila (de ahí, “Moradas” por Santa
Teresa de Jesús) perteneciente a Bodegas ENATE que ha buscado unir
vino y literatura. Sí, creo que “A lo largo de la vida” son
relatos que se paladean, a veces con sorbo prolongado mientras que,
en otras, exigen una libación mínima y suave, aunque siempre, eso
espero, el paladeo está asegurado. Como los buenos vinos, cuando
menos, en estos relatos busco reposo, que tiendan al saboreo y a la
reflexión para así llegar definitivamente al placer. Es en verdad
lo que me sucedió al escribirlos y espero que algo similar se
experimente al leerlos.
—Vivimos
rodeados de demasiadas sentencias, se expresa entre líneas, y en
especial en ‘Tuvieron su hora’, relato de gran belleza y
reconciliación.
—Los
refranes acumulan la sabiduría emanada de la costumbre que certifica
el paso del tiempo. A mí me agrada su uso. Tal vez, por su capacidad
de conexión con los lectores o por la seguridad que emanan, aunque,
en ocasiones, asfixien. En “Tuvieron su hora” analizo una
realidad que fue vital en unos años muy concretos cuando la ciudad
acabó ahogando a determinadas personas que vieron en la naturaleza
la vía de escape. Es, por tanto, un canto a la vida rural
primigenia, pero también la certificación de un fracaso. Hoy que
tanto se lleva el tema de la despoblación en España convendría
analizar el por qué de esas ilusiones de vida y de esos fracasos. La
furrufalla de unos y de otros no hace otra cosa que esconder la
verdad. Y, por cierto, me agrada que haya observado el carácter
reconciliador del hombre y la naturaleza por más que acabe en huida.
—En
tiempos de polución de noticias y redes sociales, ¿qué es la
soledad? Como la del Largo, que busca salir de la pesadilla de la
historia; o tener miedo de la propia soledad como en ‘Menoscabo o
consuelo de un sueño’.
—La
soledad está muy presente entre la muchedumbres y, especialmente, en
medio del ruido de la comunicación de medios y redes actuales.
Parece cierto eso de que cuanto más profusión e, incluso, más
proximidad, se da también una mayor invisibilidad. Eso es la
soledad: aislamiento e intemperie en medio de todas las posibilidades
de intercomunicación y de calor. Ante esa circunstancia, las
reacciones son muchas. A veces, como afirma al citar “Menoscabo o
consuelo del sueño”, puede ayudar el miedo, pero las más de las
veces se acaba en la búsqueda de una puerta salvadora tenga o no
carácter de huida. O, simplemente, en unas puertas que se apoyen en
la ironía o la risa, dos buenas armas de salvación.
—Soledad,
una compañera activa que obliga a abrir los ojos y a conocerse, como
describe en ‘De la edad madura en vía muerta’. ¿Llega a tener
rostro propio?
—Lo
mejor de la soledad es que, cuando uno la asume, ayuda en la vida. No
hay mejor pertrecho que aceptar la intemperie que te rodea para darte
cuenta de quien eres. La soledad como estado de reconocimiento es
clave en la vida y quien no llegue a ese estado de asunción lo puede
pasar mal. Estar en Babia no es del todo bueno aunque momentáneamente
tenga efecto sanador. Por eso, el aislamiento adquiere importancia a
la hora de la indagación profunda, ésa que da sentido a la hora de
vivir la vida.
—“De
nada sirve mudar de lugar si la geografía interior no cambia”,
escribe en ‘Miliciano Frankenstein’ que dedica a Fernando Marías.
—He
escuchado muchas veces a gente que dice que viaja casi para mudar de
piel. Y eso es imposible. La geografía, el paisaje, el cambio... son
sólo sedantes momentáneos. Aunque el entorno acompañe y ayude, la
clave de la existencia no está en el exterior de la persona, el
meollo de todo radica en uno mismo. Conócete a tí mismo, decían
los griegos, un aserto que no debemos olvidar. Viajar como turista es
una falacia, un caramelo más de la sociedad consumista.
—¿Qué
es la ausencia en el imaginario de Ramón Acín? En ‘Viaje a
ninguna parte’ apunta que junto con la lejanía suele ser
beneficiosa.
— Para
completar la pregunta anterior y contestar a ésta con más
concreción debo decir que viajar de verdad ayuda a comprender. O
que viajar evita que te mires el ombligo durante toda tu vida y que
veas lo importante que es la diferencia, y que sepas que tu rutina no
es la única verdad. Y, en consecuencia, que viajar debe conllevar
una indagación en el interior de cada cual. Eso conlleva el viaje
real y su enorme capacidad de conversión. El viaje contiene la
ausencia. Y la ausencia es notar la falta de cuanto conoces, sean
personas o paisajes, o la ausencia de cuanto sabes, al tiempo que te
adentras en lo desconocido y estás obligado a buscar la lógica en
ese desconocimiento. Por eso, viaje y lejanía son tan beneficiosos.
Porque los apoyos desaparecen y uno se ve empujado a reconstruirse
sobre unos entornos ignotos o, cuando menos, en unos paisajes y
ambientes no habituales.
—Muchos
estarán de acuerdo con lo que dice: “El azar es un dios borde”.
Siempre utiliza este tipo de adjetivos con delicada rudeza.
—Nadie,
creo, duda de que el azar lo preside todo, incluso el mismo hecho de
nacer cualquier persona. ¿Por qué nacemos? ¿Acaso uno pide venir a
la vida? Somos producto del azar presidido por unas decisiones que no
son nuestras y que, sin embargo, nos marcan para siempre. ¿Hay algo
más borde, más cruel que responder de por vida a una decisión en
la que no somos ni arte ni parte? Eso es la vida. Y eso es apechugar
con ella. Por tanto, que mejor que la ironía, la sonrisa, la
somardez...y, en consecuencia, el buen adjetivo acompañando lo menos
gratificante de la vida. Además, a mí me gusta mucho el uso exacto
de las palabras y ahondar en su capacidad para la certeza cuando se
denominan la cosas. Claro que ese uso no tiene porque conllevar
rudeza o, al menos, no siempre. Es bueno quitar hierro, usar de la
delicadeza, amainar la fiera.
—Sus
protagonistas acostumbran a buscar la paz de la convivencia, todo un
horizonte (perturbador) para nuestros días.
—No
vivimos, pese a lo que nos venden, en una sociedad del bienestar,
sino en la sociedad del egoísmo de lo propio. Cada cual tira para sí
mismo por mucho que le de a la lengua en dirección contraria. “Ande
yo caliente y ríase la gente” escribió Quevedo. Y ahí seguimos.
Pero estamos condenados a convivir. No queda otra que limar
relaciones, acceder al vecino y acomodar el paso hasta hacerlo común.
La felicidad, si existe, podría ser eso: vivir y dejar vivir,
olvidar dominio y sumisión. Es decir, paz y convivencia.
—‘El
universo son los otros’, o “el niño que colecciona ilusiones
antes de tropezar con la vida”, apunta en el relato.
—Soy
de los que piensan que vivimos en los demás, que actuamos en función
de cómo deben vernos los demás, que nuestra libertad y nuestros
actos están coartados por esa visión ajena. Porque si nos
mostrásemos tal cual somos, seríamos pasto a devorar en un
santiamén. Y la vida, cuando la inocencia acaba, nos muestra todo
ello bien a las claras. Existimos en tanto en cuanto formamos parte
de un clan, de un grupo, de una comunidad, de una nación...todo un
universo plural que nos modela a su manera. Luego, la vida son los
otros.
—‘La
vida continúa’, aunque breve, es uno de sus textos más
cinematográficos.
—Pertenezco
a la generación que nació a golpe de películas y, pese a lo que me
atraen las palabras, confieso que el cine preside muchas de mis
historias cuando las estoy escribiendo. Me alegra que veas en ese
cuento aspectos cinematográficos. Sin embargo, he de confesar que su
raíz está en la narración de una amiga (precisamente a la que le
dedico el relato) y que, por tanto,tiene mucho de realidad. Y es que
la realidad, pese a la gran potencia del imaginario cinematográfico,
suele superar a la ficción. No siempre una imagen vale más que mil
palabras.
—Le
da la mano a Borges en cita y portada de libro: “La muerte es una
vida vivida”. Omite que “la vida es una muerte que viene”, en
un relato social sobre el olvido: ‘Despojos, momias y demás
ralea’.
—Son
dos citas claves y complementarias. La vida no tiene sentido sin la
muerte y la muerte acaba con la vida cuando el olvido cubre ésta es
ya inexistente. Vida y muerte se resumen en memoria. Y memoria es lo
único que, en verdad, somos los humanos, incluso después de muertos
hasta que definitivamente nos cubre el olvido. Somos memoria
mientras vivimos. Y, tras la muerte, sólo existimos mientras se
tiene memoria de nosotros. Sólo hay que visitar los cementerios y
sus lápidas para entender.
—‘A
lo largo de la vida’ es un volumen ágil, refrescante y luminoso,
que se lee solo. Termina con ‘Cuidado con el suelo que se pisa’.
¿Un aviso a navegantes?
—Gracias
por lo de ágil, refrescante y luminoso, una trilogía perfecta para
un narrador. Está bien visto ese cierre como aviso para navegantes,
sobre todo si el lector cae en la cuenta de que el protagonista de la
historia ya no es un humano, sino un perro quien lamenta la ausencia
y la fuerza de la soledad antes de que llegue el previsible el
olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario