LO IMPERCEPTIBLE, MÚSICA Y GUIÓN DE
VIDA. (*)
Ramón Acín
Doña Elvira, su sobrina
Valentina y su nieta Alba ejercen el protagonismo esencial (hay
otros más y femeninos, por supuesto) en Música de ópera,
la última entrega de Soledad Puértolas, quien, como ya es habitual
en su dilatada estela literaria, a la hora de relatar acontecimientos
de la vida y de la Historia juega fuerte al embalaje narrativo de la
insinuación frente a cualquier forma de evidencia. Tres mujeres que,
además de un fuerte ensamblaje familiar, poseen también otros
interesantes hilos de conexión moral y vital. Hilos sutiles que les
permiten pasarse el testigo de una existencia conformada ante todo
por la despreocupación (obsérvese la función de los viajes), la
orfandad y el fluir cotidiano. Pues ellas son quienes dibujan a la
perfección el quicio vital de la
novela con su dejarse llevar por las circunstancias, su vivir
próximo a la ignorancia (o en ella) y protagonizando la película de
la vida sin casi ser conscientes de ésta al bogar con dejadez por la
comodidad cerrada de la casa familiar y la presencia de sus
componentes. Un dibujo plasmado, además, con un estilo delicado y
acertado que busca en último término la invitación de cierta
participación del lector. Un lector que queda atrapado (y prendado)
en la tela de araña narrativa donde abundan las zonas opacas
envolviendo a los personajes y a los sucesos que estos llevan a cabo
y que, por supuesto, también los modelan.
De nuevo Soledad
Puértolas manifiesta ese uso perfecto de la insinuación propio a su
narrativa. Insinuación basada en la exposición mínima de hechos y
de tiempos para, sin embargo, abarcar el máximo de la vida y de la
historia que, al fondo, ofrece lo relatado. Un uso declarado en la
misma novela pues no en vano se nos advierte que “hay partes de la
vida que se desenvuelven en la oscuridad, a salvo de las miradas de
los otros” (p. 198). Un ejemplo señero del arte de la insinuación
explorado por Soledad Puértolas puede rastrearse en el rápido
dibujo de algunos personajes masculinos, apenas desarrollados como
Justo. Pues, tras los simples brochazos de su existencia, el lector
intuye la sensación de profundidad que late más allá de su papel
secundario y de apoyatura o contorno a la historia con mirada
femenina. Se trata de marcar límites, pero al mismo tiempo de dejar
abierta la posibilidad de ahondar con el poder de la insinuación.
Pues la exploración de lo opaco, difuso o en penumbra posibilita la
sugerencia continua y a través de ésta se alienta la posibilidad de
ahondar más allá de lo que se ve o se escucha (en este caso se
narra). Porque la realidad es mucho más amplia que la visión
proporcionada por los sentidos y demás las limitaciones del ser
humano
Por si fuera poco en
Música de ópera, junto al enorme poder de la insinuación,
debe citarse también el logro de la mirada femenina abordada por
Soledad Puértolas. Una mirada que es suministrada directamente por
las tres protagonistas citadas, aunque sea Alba quien realmente, en
último termino, recupere todo cuanto se relata, reflexione sobre
esas recuperaciones y las exponga al lector mediante una especie de
indagación sobre la vida y los hechos que edifican la novela. Mirada
femenina pese a la enorme presencia del narrador (uso de la tercera
persona narrativa) latiendo siempre con energía al fondo de lo
relatado. Y mirada femenina o mejor miradas de mujeres que casi
sienten no pertenecer al mundo que se desarrolla a su alrededor y
que, sin embargo, sí muestran los modos y maneras de estar y
proceder en la vida durante una época especial. Una vida y época
especiales, eso sí, vividas por personas que pertenecen a una clase
acomodada en una ciudad de provincias (Zaragoza, nunca evidente y sí
insinuada) y en unos tiempos muy precisos (tres generaciones en el
meollo del siglo XX) que, poco a poco, el tiempo va desmoronando.
Ésta es la clave de la novela: mirada femenina que permite relatar
el conjunto de la vida desde lo más leve o mínimo, además de por
dentro y desde dentro (repito: en familia y en casa) remarcado todo
ello de manera sustancial por un entorno especial que deviene además
en la plasmación de atmósferas envolventes muy precisas. De ahí
que el desarrollo de una España en guerra, de una España en
posguerra y de una España en busca de un tímida abertura al mundo
aparezcan como simples ecos, plasmando así casi sin citarla, con
brevísimas notas y en lontananza, la realidad que, sin duda,
existió. Por eso, a la hora de la lectura, interesa fijarse no tanto
en el plumazo grueso de la historia colectiva que yace al fondo, sino
en la cotidianidad doméstica y familiar del primer plano.
Cotidianidad capaz de visibilizar con potencia la realidad vital a
pesar de su mucha penumbra, oscuridad, miradas hacia otra parte y
silencios por los que navegan los personajes. Lo que en verdad
interesa recalcar, con menciones simples, es la potencia de lo mínimo
y de lo imperceptible como guión de vida. Es decir, el universo de
la familia por dentro y desde dentro para, con ello, intuir en la
lejanía el conjunto de un país que se adivina en guerra, primero,
y solitario, aislado y rezagado después. Representativa es la
exposición del drama de la violencia, del horror, de los miedos y
de los silencios forzados de la guerra civil como un rumor de fondo
(pero no por ello privados de dureza y dolor) para mostrar el aliento
vital y el modo de vivir de tres mujeres (generaciones) en una ciudad
de provincias. Al final, el dejarse llevar, el desinterés, el
sentimiento de desplazado, la ausencia de valentía, la orfandad o,
incluso, la ineptitud ante el río de la existencia es lo que manda.
Eso es lo que, en definitiva, encarnan las protagonistas en mayor o
menor medida. Y como ejemplo emblemático, la actitud de Doña
Elvira, la gran matriarca, cuya actuación central es delegar (o
descargarse de problemas) tanto en lo físico con el administrador de
los negocios (a la postre un estafador) como en lo personal y
espiritual a través del callado fantasma de Dorotea, su amiga
fallecida. Léase y a fondo.
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Soledad Puértolas.
Música de ópera. Barcelona,
Anagrama, 2019. 274 pp.
(*) Publicada en la revista TURIa nº 131.
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