SOBRE EL HURTO, LA
SUPLANTACIÓN Y LOS MISTERIOS (*).
por Ramón
Acín.
No es ninguna novedad
que, en la trayectoria literaria de José María Merino, el pasado
histórico (conflictivo, por lo general) irrumpa con fuerza como
sustento narrativo y aliento vital de la lectura (remito, por
ejemplo, a Las visiones de Lucrecia). Ni tampoco lo es que, en
sus novelas, la vida se llene de ficción, que el presente amigueé
con el pasado, que la fantasía luche a brazo partido con la tozudez
de los hechos reales, que los sueños aniden o que la magia florezca
sin que ninguno de estos elementos citados pierda fuerza alguna. Es
lo que, a primera vista, parece suceder durante la lectura de Décima
Musa, la última entrega del leonés, donde el personaje
histórico de Olivia Sabuco y el libro Nueva Filosofía de la
naturaleza del hombre, atribuido a ella hasta épocas recientes,
sirven de quicio para adentrarse en otras varias problemáticas,
donde el enigma plural y la refexión en torno a sus variantes reina
de manera poderosa.
El primer estadio de esta
querencia por lo enigmático (luego vendrán otras dimensiones más,
incluida la tangencial del embrujo) que salta a la vista durante la
lectura es el previsible: ¿Olivia Sabuco fue autora del libro Nueva
Filosofía de la naturaleza del hombre, publicada en Madrid en
1578? Sin ser el epicentro de la novela, la duda en absoluto
es baladí. Y no lo es sólo porque la autoría se haya puesto en
tela de juicio (negada por el padre de Olivia, según documento
descubierto en 1903), sino porque su contenido, que versa acerca del
comportamiento humano y su ética, estaría escrito por una mujer
joven en pleno Siglo de Oro y en medio de un mundo de hombres. Luego,
a lomos de este enigma que actúa como focalizador narrativo, asoman
otros temas abtrusos que, en gran medida, por supuesto, presentan
concomitacias con el libro de marras; es decir, con aspectos y
problemas propios relativos a la condición humana y a la vida misma
que, generalmente, tiene como coda final lo colectivo. Llegados a
este punto es preciso señalar también que las dos historias que
corren paralelas en el libro (la autoría o no de Olivia y la
investigación de Berta) y que arman a fuego la Décima Musa están
protagonizadas por sendas mujeres, ambas dotadas de arrojo y caletre
y ambas, cada una a su manera, sufridoras del robo y del olvido.
Nueva Filosofía de
la naturaleza del hombre aborda el tema de la condición humana
desde las perspectivas de la filosofía y la medicina, con raíces
que se hunden en el mundo clásico grecorromano (estoicismo,
neoplatonismo…). El libro, al parecer, fue clave en su momento y
también en épocas posteriores, pues su influjo navegó hasta fechas
recientes por Europa y porque, desde su aparición, caminó, por
contenido y autoría, con el asombro y el misterio a sus espaldas.
Asombro y misterio que también han tenido admirada a Berta, uno de
los personajes centrales de la novela, quien, cercada por la soledad
(su marido Raimundo la ha orillado y sustituido por Olga, además de
robarle parte del material de la investigación), entre las
alucinaciones de su enfermedad (un cáncer que la llevará a la
muerte) al tiempo que empujada por su pasión investigadora de años,
cree verla a su lado, llegando a dialogar con ella. Así, con la
historia del libro como fondo y con la problemática de la figura de
una mujer en un tiempo y un espacio dominado por los hombres, la
novela se abre al lector mediante un procedimiento técnico acertado,
el de las “cajas chinas” (historia dentro de la historia), para
acabar desembocando en la actualidad y en sus varias problemáticas.
Problemáticas que, encaramadas sobre distintos personajes de hoy
día, renuevan la visión de varias facetas de la condición humana y
la ética de su comportanmiento. Es el caso de Rai, un joven
ejecutivo, inmaduro y, a veces, egoísta, que es amante de la novela
gráfica e inventa historias pobladas por superhéroes. O de Marina,
la novia de éste, escritora de best-sellers históricos, con quien
mantiene una tensa relación, pese a que a ella llega a la fama con
los materiales prestados por suegra Berta, a quien, por cierto, duda
en dedicarni la novela. O de Raimundo, el padre de Rai, traidor a su
esposa a la vez que ladrón… En todos ellos se atisba un patrón de
fondo semajante, que podría resumirse en la distancia habida entre
“ser” y “parecer”. Pues una cosa es como son las personas y
otra lo que parecen ante los demás. O más en concreto, entre lo que
se es y lo que los demás juzgan y dicen de uno. En suma, un ahondar
en la personalidad y la forma de actuación o de comportamiento en la
vida, ya sean derivadas de las acciones o de las palabras, ambas como
quicio clave de la vida individual que, como en ondas concéntricas,
también acaba siendo clave social. No en vano, los comentarios y
citas que más aparecen en Décima Musa, descolgadas de la
Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, se refieren a
los afectos (mundo del entorno familiar con todo su haz de emociones,
desde la deslealtad a la fidelidad) o a conceptos de venganza, miedo,
temor y otros semejantes que, lógicamente, están muy en consonancia
con la temática de la suplantación o autoría que navega al fondo.
Por ello, Décima musa es una obra que interesa y que
promueve la reflexión, además de estar bien pergeñada y
entrelazada. De ahí que no deje indiferente al lector. Tal vez, en
parte, porque, en su seno, cuando menos, amén de los elementos ya
citados y de otros más que tienen asiento en la novela, se combine a
la perfección los retazos del pasado histórico y la atracción de
lo recóndito y lo oscuro que habita no sólo en el interior de las
personas, sino también fuera de ellas, junto a temas de hondo calado
como la reivindicación de la mujer o el tema de la suplantación.
Temas, todos ellos, a caballo de peripecias mil o de sabrosos
diálogos, siempre sellados y unidos con sabia pericia a momentos y
comportamientos actuales. De nuevo, el buen oficio (técnico y
lingüístico) sale a flote en Merino, pues pocos como él aciertan
en su justa medida a la hora de tratar la lengua con fidelidad y
mimo. El uso pertinente y exacto para cada diálogo y situación
acelera la agilidad lectora y su capacidad comprensiva. Asimismo
cabe destacar, junto a los dibujos del autor (con toque próximo, muy
anímico), a las fotografías e imágenes que, por la novela, se
desparraman como suculentas viñetas (¿acaso no es también una
novela gráfica?), la acertada delineación de los personajes que, en
su dibujo definitvo, dependen tanto de su actuación, como de sus
palabras, sin olvidar la importancia derivada de la mirada de los
demás.
(*)Turia,nº121-122.
José María Merino.
Musa Décima. Madrid, Alfaguara, 2016. 407 pp.
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