lunes, 10 de abril de 2017

MUSA DÉCIMA de José Maria MERINO

   SOBRE EL HURTO, LA SUPLANTACIÓN Y LOS MISTERIOS (*).

 por Ramón Acín.

No es ninguna novedad que, en la trayectoria literaria de José María Merino, el pasado histórico (conflictivo, por lo general) irrumpa con fuerza como sustento narrativo y aliento vital de la lectura (remito, por ejemplo, a Las visiones de Lucrecia). Ni tampoco lo es que, en sus novelas, la vida se llene de ficción, que el presente amigueé con el pasado, que la fantasía luche a brazo partido con la tozudez de los hechos reales, que los sueños aniden o que la magia florezca sin que ninguno de estos elementos citados pierda fuerza alguna. Es lo que, a primera vista, parece suceder durante la lectura de Décima Musa, la última entrega del leonés, donde el personaje histórico de Olivia Sabuco y el libro Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, atribuido a ella hasta épocas recientes, sirven de quicio para adentrarse en otras varias problemáticas, donde el enigma plural y la refexión en torno a sus variantes reina de manera poderosa.
El primer estadio de esta querencia por lo enigmático (luego vendrán otras dimensiones más, incluida la tangencial del embrujo) que salta a la vista durante la lectura es el previsible: ¿Olivia Sabuco fue autora del libro Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, publicada en Madrid en 1578? Sin ser el epicentro de la novela, la duda en absoluto es baladí. Y no lo es sólo porque la autoría se haya puesto en tela de juicio (negada por el padre de Olivia, según documento descubierto en 1903), sino porque su contenido, que versa acerca del comportamiento humano y su ética, estaría escrito por una mujer joven en pleno Siglo de Oro y en medio de un mundo de hombres. Luego, a lomos de este enigma que actúa como focalizador narrativo, asoman otros temas abtrusos que, en gran medida, por supuesto, presentan concomitacias con el libro de marras; es decir, con aspectos y problemas propios relativos a la condición humana y a la vida misma que, generalmente, tiene como coda final lo colectivo. Llegados a este punto es preciso señalar también que las dos historias que corren paralelas en el libro (la autoría o no de Olivia y la investigación de Berta) y que arman a fuego la Décima Musa están protagonizadas por sendas mujeres, ambas dotadas de arrojo y caletre y ambas, cada una a su manera, sufridoras del robo y del olvido.
Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre aborda el tema de la condición humana desde las perspectivas de la filosofía y la medicina, con raíces que se hunden en el mundo clásico grecorromano (estoicismo, neoplatonismo…). El libro, al parecer, fue clave en su momento y también en épocas posteriores, pues su influjo navegó hasta fechas recientes por Europa y porque, desde su aparición, caminó, por contenido y autoría, con el asombro y el misterio a sus espaldas. Asombro y misterio que también han tenido admirada a Berta, uno de los personajes centrales de la novela, quien, cercada por la soledad (su marido Raimundo la ha orillado y sustituido por Olga, además de robarle parte del material de la investigación), entre las alucinaciones de su enfermedad (un cáncer que la llevará a la muerte) al tiempo que empujada por su pasión investigadora de años, cree verla a su lado, llegando a dialogar con ella. Así, con la historia del libro como fondo y con la problemática de la figura de una mujer en un tiempo y un espacio dominado por los hombres, la novela se abre al lector mediante un procedimiento técnico acertado, el de las “cajas chinas” (historia dentro de la historia), para acabar desembocando en la actualidad y en sus varias problemáticas. Problemáticas que, encaramadas sobre distintos personajes de hoy día, renuevan la visión de varias facetas de la condición humana y la ética de su comportanmiento. Es el caso de Rai, un joven ejecutivo, inmaduro y, a veces, egoísta, que es amante de la novela gráfica e inventa historias pobladas por superhéroes. O de Marina, la novia de éste, escritora de best-sellers históricos, con quien mantiene una tensa relación, pese a que a ella llega a la fama con los materiales prestados por suegra Berta, a quien, por cierto, duda en dedicarni la novela. O de Raimundo, el padre de Rai, traidor a su esposa a la vez que ladrón… En todos ellos se atisba un patrón de fondo semajante, que podría resumirse en la distancia habida entre “ser” y “parecer”. Pues una cosa es como son las personas y otra lo que parecen ante los demás. O más en concreto, entre lo que se es y lo que los demás juzgan y dicen de uno. En suma, un ahondar en la personalidad y la forma de actuación o de comportamiento en la vida, ya sean derivadas de las acciones o de las palabras, ambas como quicio clave de la vida individual que, como en ondas concéntricas, también acaba siendo clave social. No en vano, los comentarios y citas que más aparecen en Décima Musa, descolgadas de la Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, se refieren a los afectos (mundo del entorno familiar con todo su haz de emociones, desde la deslealtad a la fidelidad) o a conceptos de venganza, miedo, temor y otros semejantes que, lógicamente, están muy en consonancia con la temática de la suplantación o autoría que navega al fondo.
Por ello, Décima musa es una obra que interesa y que promueve la reflexión, además de estar bien pergeñada y entrelazada. De ahí que no deje indiferente al lector. Tal vez, en parte, porque, en su seno, cuando menos, amén de los elementos ya citados y de otros más que tienen asiento en la novela, se combine a la perfección los retazos del pasado histórico y la atracción de lo recóndito y lo oscuro que habita no sólo en el interior de las personas, sino también fuera de ellas, junto a temas de hondo calado como la reivindicación de la mujer o el tema de la suplantación. Temas, todos ellos, a caballo de peripecias mil o de sabrosos diálogos, siempre sellados y unidos con sabia pericia a momentos y comportamientos actuales. De nuevo, el buen oficio (técnico y lingüístico) sale a flote en Merino, pues pocos como él aciertan en su justa medida a la hora de tratar la lengua con fidelidad y mimo. El uso pertinente y exacto para cada diálogo y situación acelera la agilidad lectora y su capacidad comprensiva. Asimismo cabe destacar, junto a los dibujos del autor (con toque próximo, muy anímico), a las fotografías e imágenes que, por la novela, se desparraman como suculentas viñetas (¿acaso no es también una novela gráfica?), la acertada delineación de los personajes que, en su dibujo definitvo, dependen tanto de su actuación, como de sus palabras, sin olvidar la importancia derivada de la mirada de los demás.
(*)Turia,nº121-122.

José María Merino. Musa Décima. Madrid, Alfaguara, 2016. 407 pp.

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