Hasta el momento, no pinta nada mal la breve estela de la
Editorial Traspiés cuando se presenta con su humildad ante al lector. Hubo varios plácemes y hasta sorpresa cuando apareció
La herida de abril, de
Vicente Consolo o, incluso, con algunas otras apuestas suyas como la de
Giovanni Verga (
Cavallería rusticana y otros cuentos siciclianos, que va por la segunda edición, al igual que
La voz de Nueva York, de
O. Henry),
Nicolás de Maquiavelo (
Fábula del archidiablo Belfagor) o
Luigi Pirandello (
La excluida)
. Y, no pinta mal porque continúa porfiando por la calidad y sin decaer ánimos en cuanto a la sustanciosa elección de sus ofrecimientos. Es lo que, creo, va a suceder también con
Los matrimonios, de
Henry James, porque las dos “pretty little stories” —al decir de
T.S. Eliot— que la componen (“The Marriages” y “Lousia Pallant”), además de estar, por primera vez, vertidas al castellano, constituyen una magnífica muestra del buen hacer del autor nortamericano-inglés (Nueva York, 1843-Londres, 1916). Y lo es no sólo porque, en ellas, pese a su brevedad de
nouvelles o de cuentos largos, no sólo permiten observar el típico posicionamiento estético de Henry James y su modo de articular las historias narrativas, sino porque muestran, quintaesenciado, el mundo que le fue más grato al escritor. Con argumentos y personajes, bastante exentos de cuestiones profundas (la muerte o el sinsentido de la existencia, por ejemplo) y poblados de problemáticas más suaves como, por ejemplo, los covencionalismos sociales, ambas
nouvelles descansan en el seno de la familia, auténtico epicentro de discordias, dado que el roce continuo, el espacio reducido y la escasez para el movimiento permiten el estallido dialéctico y el posicionamiento férreo, casi a cara de perro, aunque tan sólo sea como fondo de las atmósferas que se cuentan. Un estallido que, en este caso, posibilita, por supuesto, la eterna y gustosa predilección del
H. James por el análisis psicológico llevado casi al extremo y el “fluir de conciencia” (siempre entre gentes y atmósferas de clases altas). Facetas que, frente a lo que ocurre en sus novelas, aquí, en ambas
nouvelles, pueden observarse de forma muy concentrada. Y ahí, está el logro.
“The Marriages” y “Louisa Pallant”, se asientan sobre un escaso recorrido argumental. Y, con breves diferencias, ambas descansan, también, en un personaje central mientras los demás actúan como simples adláteres. Personaje central que va mostrando, desde dentro, de forma indirecta e, incluso, parcial, parte de la enorme y variada problemática en torno a la familia. Quizá “The Marriages” conforme una mayor —o mejor— exposición frente a la que se ofrece en “Lousia Pallant”, al ser Adela, la protagonista, un potente motor y corazón de toda la historia narrada y al estar interesada sólo por su cosas y no por las que puedan encarnar y pensar el resto de sus familiares. Familiares que, lógicamente, apenas cuentan para ella (aunque sean padre y hermano) en su actuar, pero que, sin embargo, portan amagos de sugerencias interesantes, a pesar de esa subyugada condición.
La visión de
Adela Cahrt, ser humano enfrascado en su pasión particular (la debida honra al recuerdo de su madre desaparecida ante el posible e inminente enlace de su padre), anidada en su interior y cercada por la creencia en un convencionalismo absurdo, se va desgranando, con cierto supense y goteo lento, hasta hacer saltar definitivamente las causas de la misma. Y con ello, el dibujo de las relaciones en ámbito familiar adquiere total claridad. Adela, pertinaz, celosa de su dicurso y de su proceder no advierte hasta el final mismo de la historia, la degradación de su padre, el
Coronel Chart, la buena disposición de
Mrs Churchley o las penalidades de su hermano
Godfrey. De esta forma, el lector asiste a la complejidad psicológica del personaje desde el mismo interior del personaje, el gran hallazgo de “The Marriages”. Y observa, también, como, con fuerza, actúan los convecionlalismo sociales que, ante el posible y nuevo matrimonio del coronel
Chart, desatan la problemática y hacen crecer la historia.
Adela, al mostrar su mente, su forma de pensar y las actuaciones que de ello se derivan (contraria al nuevo enlace de su padre), muestra su forma de ser, su complejidad psicológica, que es el pricipal motivo y fin perseguido por
Henry James. Algo semejante sucede con
Acher, el personaje clave de “Louisa Pallant”, que, a vueltas con las relaciones interpersonales (madre e hija) y con la posibilidad del matrimonio al fondo, no es capaz de ver, —y menos, de aceptar—, motivos y posiciones diferentes a las suyas, por diferentes que sea los comportamientos y costumbres entre los países. En definitiva, dos concisas y lúcidas historias sobre el ámbito de la familia, con el matrimonio como eje, observadas desde la misma mente de los personajes y con capacidad para observar la confrontación de ideas y los problemas y desajustes que de ellos se derivan. Bienvenida sea, pues, la primera versión en castellano de este
Henry James desconocido.
Los matrimonios, de
Henry James. Sevilla,
Ediciones Traspiés. Col. Cardinales, 203, 107 páginas. Traducción y prólogo:
María Teresa Sánchez Montesinos.
(*) Publicado en Divertinajes.com
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