Z3D.
ZARAGOZA
la provincia
Publicado en 2009 por la Diputación de Zaragoza.
Textos de varios autores e ilustrado por diversos artistas, bajo la coordinación de Miguel Mena
Mi texto, relativo a los Monasterios de Zaragoza:
Carta Claritas
(Cister: Veruela, Piedra, Rueda)
"Del nacer y del morir. Fue, está sucediendo. Aunque, como siempre, todo fluye.
Hoy, bajo la traslucida piel del día, nuestra mirada. En ella, Rueda, Piedra y Veruela. A la vera, un río - Ebro, Piedra, Huecha-: voz inmemorial de cifradas respuestas, donde todavía desova poderosa la vida y el tiempo. Ayer, hasta nuestro Mendizábal desamortizador, el ora et labora, plegaria obstinada y razón de vida -San Esteban Harding dictó la Carta Claritas -. Hoy, parecido Ora et labora que aún enhebra –con lenguaje de piedras- aquel abrazo antañón entre el cielo y la tierra. Y, sin duda, otro abrazo también: El del tiempo acumulado, que tanto nos envejece y nos ignora.
En Piedra, Veruela y Rueda –solsticios de la existencia y del saber- la ciencia de la vida abrigó almas en zozobra, lejos de lujurias y sobornos, dominando el espacio. También, se alzó el arte desde arcanos y misterios. Y la Historia o las leyendas, con el enigma múltiple de las cosas. Así han sido, siglo tras siglo, estos volúmenes físicos del Cister, surgidos con la austera llama de la renuncia. Y, hoy, a pesar de tanta lejanía, continúan sin menoscabo, aunque cambie su efigie en el espejo. No importan los silencios obligados, ni el olvido o el eco sordo de tantos sueños y vigilias -Roturar, recogerse y defender…-
Hoy, como ayer, nuestra mirada se inclina ante la sabrosa desnudez monástica de sus comunidades autosuficientes. Y escucha, entre sonsonete de rezos y aleluyas, el desapego del mundo. Sacralidad, por tanto, frente a hambrunas de ambición y de deseo.
Veruela, Rueda y Piedra, monasterios con épica en sus escudos. Mansiones de felicidad ante la fragante negritud del tibio oficio de existir –quebrar huesos, agostar la carne, estupidez de la vida-. Y, sobre todo, derroche de armonía para los galeotes que llenamos los instantes de la existencia".
"Del nacer y del morir. Fue, está sucediendo. Aunque, como siempre, todo fluye.
Hoy, bajo la traslucida piel del día, nuestra mirada. En ella, Rueda, Piedra y Veruela. A la vera, un río - Ebro, Piedra, Huecha-: voz inmemorial de cifradas respuestas, donde todavía desova poderosa la vida y el tiempo. Ayer, hasta nuestro Mendizábal desamortizador, el ora et labora, plegaria obstinada y razón de vida -San Esteban Harding dictó la Carta Claritas -. Hoy, parecido Ora et labora que aún enhebra –con lenguaje de piedras- aquel abrazo antañón entre el cielo y la tierra. Y, sin duda, otro abrazo también: El del tiempo acumulado, que tanto nos envejece y nos ignora.
En Piedra, Veruela y Rueda –solsticios de la existencia y del saber- la ciencia de la vida abrigó almas en zozobra, lejos de lujurias y sobornos, dominando el espacio. También, se alzó el arte desde arcanos y misterios. Y la Historia o las leyendas, con el enigma múltiple de las cosas. Así han sido, siglo tras siglo, estos volúmenes físicos del Cister, surgidos con la austera llama de la renuncia. Y, hoy, a pesar de tanta lejanía, continúan sin menoscabo, aunque cambie su efigie en el espejo. No importan los silencios obligados, ni el olvido o el eco sordo de tantos sueños y vigilias -Roturar, recogerse y defender…-
Hoy, como ayer, nuestra mirada se inclina ante la sabrosa desnudez monástica de sus comunidades autosuficientes. Y escucha, entre sonsonete de rezos y aleluyas, el desapego del mundo. Sacralidad, por tanto, frente a hambrunas de ambición y de deseo.
Veruela, Rueda y Piedra, monasterios con épica en sus escudos. Mansiones de felicidad ante la fragante negritud del tibio oficio de existir –quebrar huesos, agostar la carne, estupidez de la vida-. Y, sobre todo, derroche de armonía para los galeotes que llenamos los instantes de la existencia".
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