viernes, 5 de junio de 2009

"RIIIING" (hiperbreve)

"RIIIING"

Mi primo tiene razón:
a veces parezco un “colgao”
Maneras no me faltan.


Sonó el teléfono y por inercia, como un autómata, levanté el auricular.

"Oye, cariño, ¿no sabes lo que estoy haciendo?", escuché.

"No", contesté estúpidamente.

"¿Ni siquiera lo imaginas?", insistió con taimado retintín una voz que, en ese instante, no me sonaba del todo desconocida.

Estuve tentado de colgar. También de enviar a quien fuera a ese lugar tan típico, o sea, a la mismísima mierda. Pero no, me quedé como un pazguato cuando es atrapado "in fraganti", convertido en la perfecta efigie del lelo -así me veo cada vez que recupero aquel momento-.

Por el auricular escuchaba una respiración -"Aaahha, aaaahhha, aaaaahhhha"- que parecía crecer agitada al compás de alguna acción trabajosa y al tiempo dulce. O por el asma. Con el fondo de esta respiración comencé a despertar del sueño en que me hallaba. Primero, a duras penas, reconocí el salón de mi casa. Después, ante la presencia de un vaso vacío y de las botellas de ron y tequila, bastante mediadas, tomé ya una mayor conciencia del pasado más próximo, mientras los ojos se habituaban al entorno. Un entorno conocido. Otra vez volvía a las andadas y amanecía de la misma forma. Sentía la garganta rasposa como la superficie de una piedra de afilar. Y asimismo, sentía que me hundía en la pesadez de los ojos que, además, se acompañaban de mordientes punzadas en serie. Con la sajadora intensidad de un estilete. Aunque apenas nada lograse florecer entre la turbidez de una visión indeseada o a deshora, la conciencia estaba derrotando al sopor. Mientras desde el fondo del auricular, suspendido en el aire a pesar de hallarse próximo a mi oreja derecha, seguía latiendo la misma e insinuante respiración -"Aaaaaaahhhhha"- cortada, de tanto en tanto, por unas preguntas sin necesidad de respuesta -"¿te lo imaginas?, eh, eh, ¿lo sabes, cariño?" Y el aleteo de un algo conocido en ella.

Sentí un cosquilleo en la entrepierna. A veces, la mente juega estas pasadas y hace intuir paraísos -"Aaaaggg, aaaaaaagg, ¿sabes cómo me encuentro, cómo estoy?"- donde no los hay.

Al fin caí en la cuenta. Era la voz de mi chica.

Sucedió cuando yo estaba en casa y la creía dormida en la habitación del primer piso. Aguardándome. Paciente, como siempre. Dispuesta a ser llenada. Y a perdonar a su "corderito" -así solía llamarme- la excesiva afición al alcohol. Pero esta vez la llamada no venía de la habitación. Le faltaba claridad.

Acerqué todavía más el auricular.

"Cabronazo, me has destrozado". Eso es lo único que seguí escuchando.

Y la certeza, ya única, fue que ella -lo dijo entre airados gritos poco antes de colgar- estaba en la estación de autobuses. Huyendo de mí. Y de la bebida a la que la había empujado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario