viernes, 29 de mayo de 2020

Reseña de "EL ESCAPISTA" de Javier SEBASTIÁN


DEL JUEGO DE PARECIDOS O DE UN ALMA DIVIDIDA EN DOS CUERPOS.

Ramón Acín.

Javier Sebastián (Zaragoza, 1962) es un escritor que nunca defrauda. Una tras otra, sus novelas, desde La casa del calor hasta El puente de Vauxhall y sin olvidar El ciclista de Chernóbil, además de rezumar el sabor de la buena literatura, siempre han llevado adosadas las pertinentes cargas de profundidad que posibilitan una navegación sutil, plural y a fondo por temas con enjundia donde el ser humano y su entorno adquieren grandes dimensiones. Algo que de nuevo sucede en su recién publicada novela El escapista que, a pesar de una aparente sencillez expositiva (todo un logro comunicativo), vuelve a exigir la atención del lector y, por supuesto, una lectura pausada con la que captar el grosor y la hondura de cuanto se atesora en sus páginas. Como ya es habitual a lo largo de su trayectoria, Sebastián cuida de nuevo la factura y la construcción de su texto, eliminando aquello que es apenas valioso para la historia en cuestión o aquello que el lector puede suplir con facilidad, y, por tanto, dirigirse al meollo de los temas para exprimirlos a conciencia. Exigencias muy propias de Javier Sebastián que alcanzan todavía un mayor climax en El escapista como, entre otros aspectos, demuestra con la eficaz abundancia de los silencios, el aleteo de la duda, la sorpresa de las contradicciones o la enorme importancia de la especulación, sin olvidar el valor de un humor tendente a la sonrisa y capaz de limar asperezas.


El escapista comienza con la sorprendente argamasa de datos científicos (adenoma hipofisiario, por ejemplo) y documentales (cita de gigantes famosos) que se compaginan y complementan a los datos personales y a las ubicaciones geográficas (muy acertada la Córcega escuadrista) siempre a caballo de la versión personal que ofrece uno de los protagonistas (Carmelo). Todo ello en primera persona (acercamiento verosímil) y con algunas gotillas de humor. La novela desde su comienzo abre así la posibilidad de varias líneas de lectura, previas a descargar la cuestión central: la duplicidad o figura del doble y, a su vera, por supuesto, la posibilidad de suplantación de identidad cuando vienen mal dadas en la vida. Una posibilidad avisada en el pórtico de la novela mediante la reproducción extractada de una noticia (El País, 25. septiembre, 1983) que refiere el caso real del activista Ignacio Alonso Martín fugado de la cárcel al cambiarse por su hermano. Extracto que, a todas luces, actúa como pauta a la hora de centrar el caso de los hermanos y gigantes Carmelo y Rafael, protagonistas de El escapista.
Se trata, por tanto de hacerse pasar por otro y, como consecuencia y sobre todo, de indagar los muchos y variados problemas que una suplantación así conlleva. De ello va la novela en principio. Y se apunta “en principio”, porque aún siendo una línea argumental potente, a sus lomos se alzan otros muchos cabos temáticos, repletos también de interés (algunos interesantes como el tráfico de vísceras humanas). Con esa sutil acumulación, la novela crece en bifurcaciones, en encrucijadas y en perspectivas con varias posibilidades de desenlace. Y con ello también se abren a nuevos espacios y se da pie a nuevos personajes (conseguidos los femeninos pese a la simpleza de sus trazos) ampliando el abanico argumental y la trama, además de dotar a la novela de una sabrosa densidad. Por ejemplo, al espacio carcelario del primer capítulo, se añade el espacio abierto de la isla de Córcega (aunque en una isla sea también un lugar cerrado) del segundo capítulo. Y así, sucesivamente. Algo que, además, es correlativo a los procesos inversos en lo personal, pues si la trayectoria de un hermano va de la cárcel al espacio abierto, la del otro opera al revés. Se trata de viajes contrarios y, sin embargo, complementarios, en los que, además, las identidades de ambos adquieren nuevas fisonomías con perspectivas en continuo cambio para el lector dadas las versiones que cada hermano deshilacha en su capítulo correspondiente (muy eficaz la alternancia de voces). Versiones que se tintan de parciales o interesadas, amén de contrarias, obligando a la actividad lectora frente a la especulación y la duda que permanentemente se derivan de tales versiones. Interesa y atrae mucho la presencia de la duda resultante y que, en la novela, no sólo se ubica en la mente de los protagonistas, sino que se cuela también en sus acciones, conformando un acierto con su vaivén que, además, apuntala tambien el interés del lector para hacerse con la historia.


Los curriculum que los dos protagonistas afirman de su persona a lo largo de la novela como aval de su condición humana, difieren de su pasado y no concuerdan habitualmente con las actuaciones que llevan a cabo. En esa distorsión ética y moral es donde radica el secreto de El escapista. Porque la distorsión no es producto de la suplantación en sí, anclada en el parecido físico que acciona y permite el desarrollo de la historia, sino en la mirada a la que se ve abocado el lector por el impacto y empuje de frases-sentencia, esporádicas en apariencia, pero siempre claves para la comprensión de cuanto se cuenta ( por ejemplo: “engáñales y te harán caso”, “Es cuestión de poner la cabeza en marcha, me dijo. Y enseguida eres otro”, páginas 76 y 80). No caer en lo físico, abandonar incluso la posibilidad (“entre gemelos se vive sabiendo que podría ser repuesto por piezas del otro”, página 155) e ir más allá de ambas fronteras. En suma, que la anécdota de compartir un riñón (elemento físico) y un parecido casi total, aunque así lo aparente, nada tiene que ver con la realidad de compartir pensamientos y catadura moral. La físico es simple apariencia ante la fuerza vital de lo anímico, que sí es trascendente. En su falla se desarrollan las continuas bifurcaciones que Javier Sebastián despliega con habilidad. Bifurcaciones que se asientan en la mentira, auténtica bandera. Es decir, meterse en la piel del otro y asumir su personalidad para ser otro y dejar incluso la posibilidad de ser un alma con dos cuerpos.

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Javier Sebastián. El Escapista. Madrid, Alianza Editorial, 2020. 212 páginas.

(*) Revista TURIA, nº 135. 

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