Entre los varios correos, mensajes y cartas tras la lectura de "Un andar que no cesa", dos ejemplos, propensos al apoyo y la amistad (Sumamente agradecido):
-Juan Villalba Sebastian (profesor y escritor)
Me ha venido de perillas tenerlo ya en casa, sin romper el confinamiento, he viajado por medio mundo: Sicilia, el Véneto, Venecia, Bruselas, Gante, Brujas, Egipto y sus mil mundos, Normandía, Aragón de Norte a Sur, desde Biescas hasta mi pueblo, Sarrión, la España vacía o vaciada, la pintura de Goya en su tierra...los temas y la escritura de Ramón. Todo con un excelente compañero, viajado y leído que, por añadidura, se apiada de ti y de tu desastroso estado físico y te concede tiempo para el descanso degustando buenos vinos y mejor mesa. Calzarse las botas de viajero de Ramón es una estupenda elección que recomiendo, en especial a los vagos como yo, disfrutarán del paisaje y del paisanaje sin salir a la calle, sin tener que pagar el peaje en cansancio del viaje físico, porque como queda de manifiesto en su libro, la lectura es una magnífica forma de viajar, en especial cuando es obligado QUEDARSE EN CASA. Gracias, Ramon Acin
-Charo Farré (profesora)
El motivo de enviarte este
correo es especialmente para decirte que tu libro Un andar que no cesa
ha sido para mí una muy gratísima compañía en estos días de confinamiento, días
que me han permitido degustarlo con la máxima tranquilidad. Sin prisas.
Saboreando cada uno de tantos y tantos detalles que has vertido en esta obra
que, sin duda, te habrá costado mucho elaborar, eso sin contar con el tiempo
real de los propios viajes a los lugares que aparecen en el libro, las
numerosas anotaciones y la gran tarea de documentación que exigen algunos de
los capítulos. Por otra parte, he de decirte que me ha supuesto una fantástica
manera de salir fuera, de viajar en estos días en los que eso nos está vedado;
es decir, que me ha ofrecido una oportunidad estupenda de realizar
contigo un magnífico “viaje de papel”.
Me ha resultado un libro
interesantísimo y muy enriquecedor, y ello gracias a tu destreza narrativa. Así
es cómo, a la lógica consecuencia de despertar en mí intensos deseos de
conocer lugares nuevos, he de unir el hecho de que me ha servido como medio de
aprender mucho -aunque también ocasión de
lamentar con profunda tristeza trágicos sucesos-, acerca de nuestra
Guerra Incivil, del desembarco de Normandía o de las huellas de Goya en Aragón,
por poner algún ejemplo. Ocasión ha sido su lectura de deleitarme por paisajes
y espacios con otra visión diferente a la del turista común, que pasa su vista
acelerada sin que penetre en él la esencia del lugar…; de compartir intensas
sensaciones con “el viajero” tales como el cansancio, el silencio, el
viento, el graznido de las aves… cuando, por ejemplo, realiza el
recorrido andando hacia Fuendetodos; de permitirme contemplar la
recreación de los espacios en los que vivió Goya en su adolescencia…; de los
maravillosos paisajes normandos; de vivir la noche en Egipto; de la cultura que
almacenan tantos y tantos lugares… He descubierto otra Zaragoza también y hasta
he sentido cierta intriga por los curiosos sonidos nocturnos en el Monasterio e
incluso temor en el cementerio. A su vez, he disfrutado reviviendo experiencias
en esos otros espacios que, de tu mano literaria, han vuelto a mi memoria bien
por haber sido lugares visitados por mí en alguno de mis viajes o bien por
serme incluso familiares. Es el caso del Somontano de Barbastro y Alquézar, tan
cerca del lugar de mi nacimiento, el pueblo de Monzón. Por cierto, me extrañó
que no lo visitaras, con tanta carga histórica que tiene, amén de su famoso
castillo…
Bien, siguiendo con
el repaso a algunos de los espacios de los que hablas, te diré que también me
he divertido al leer alguna de tus anécdotas como es el caso de la llegada
nocturna a Trapani ya que, los hechos de los que hablas, me son familiares,
casi idénticos a los vividas por el grupo de amigos que -tras aterrizar
de noche allí y alquilar una furgoneta-, al estar perdidos, sin hallar el
camino al hotel, tuvimos la suerte de encontrar a dos sicilianos amables que
nos acompañaron hasta la casa de alojamiento.
Me ha gustado mucho también
leer esos fragmentos de escritores que hablan sobre los pueblos deshabitados,
especialmente el de Julio Llamazares pues es inevitable recordar el magnífico
libro de La lluvia amarilla, que leímos con los alumnos del
Instituto. También me ha resultado amable ver cómo en su prólogo te recuerda
como amigo y compañero de tantos y tantos viajes que con él realizaste por
tierras de Aragón en el programa de “Invitación a la lectura”. Una especie de
homenaje a esa tan interesante tarea que llevaste a cabo durante muchos años y
que tanto aportó a la cultura literaria de los adolescentes al tiempo que nos
ofreció a los docentes otro modo muy enriquecedor de enseñar literatura.
Quiero, en fin, darte la
enhorabuena por tu libro el cual refleja, además de tu buen hacer literario, tu
gran acervo cultural difícil no ya de emular sino tan solo de igualar. Un
libro que, al tiempo, da fe de tu envidiable poso literario, y digo
envidiable pues reconozco que para mí sería imposible -habiendo leído
muchísimos menos libros que tú- poder recordar, como tú lo haces, títulos,
autores, argumentos, detalles… de aquellas lecturas que hayan podido formar
parte de mi bagaje literario.
Nada más. Podría decir
muchas más cosas de este libro, pero tan solo quiero hacerte llegar mi respeto
por tu obra y mi felicitación por tu magnífico trabajo.
Que pases lo mejor posible
este confinamiento con salud y que pueda serte fructífero en cuanto a otras
experiencias y actividades que la vida cotidiana, con su ajetreo, no nos
permite a veces saborear.
Un abrazo.
Charo Ferré
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