MARIANO CASTILLO, MAESTRO
GRABADOR.
por Ramón Acín
1
Lo apuntó Rainer Mª Rilke: la
verdadera patria del creador es la infancia. De ser determinante esta
afirmación, Mariano Castillo estaba predestinado, desde siempre y para siempre,
a hospedarse, vivir y cohabitar con el arte del grabado (como así ha sucedido).
Pues, desde muy niño, todo el mundo subrayó su facilidad para dar vida y sentido
a los muchos “moñacos” que pululaban por su mente. Aceptemos que, en parte, tal
vez por ello, el artista Mariano
Castillo creció y se hizo maestro grabador deslizando con nervio y con mimo el
punzón sobre las ahumadas o enceradas planchas de metal.
2
Está muy bien la predestinación,
además de conformar un quicio ideal y socorrido, sin embargo, es conocido: no
hay puntada sin hilo. El verdadero artista o creador, con sus obras y en sus
obras, afronta lo imposible, persevera y, de continuo, busca incansable más
allá del infinito común al resto de los mortales, incursionando, con la
tradición al hombro, hasta el extremo de la experiencia propia y ajena. Por eso, Mariano Castillo
entiende el oficio de grabador como la vida misma, como la gran pasión vital de
su vida y en la vida. Es decir, vive el grabado como vive y entiende la vida y todo
cuanto rodea a ésta. Y, además, sabe que,
aunque el fervor o la pasión son obligados y necesarios, no basta con ello y,
por tanto, sabe también que debe poseerse la técnica, cuanto más precisa mejor,
que hay que persistir en el esfuerzo, perseverar en el estudio de los maestros
(Durero, Granach, Goya, Doré, Okumara,
Hokusai…) y aguzar la imaginación, amén de soñar desde la razón. En una palabra
que las musas, si existen, siempre visitan al artista formado que no ceja de
ingeniar y trabajar. O de vivir, soñar, trabajar y crear.
3
Es normal que Mariano Castillo,
sibarita de matrices y artesano del punzón capaz de alojar concienzudamente
cualquier tintura, sea, además del pluritemático y polivalente maestro grabador
que es, un artista esencial e inequívoco en quien, como decía Picasso, el arte se
convierte (y transmite) realidad. Sucede en estos 25 años recogidos en la
exposición, 25 años de técnica, estudio, sueño creativo y vida,
tanto desde la perspectiva del placer o refugio para la vista, como por el
resumen de toda una vida dedicada a la creación.
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