sábado, 1 de junio de 2024

 Cazarabet conversa con...   Ramón Acín, autor de “Profanación” (Pregunta)

 

Editorial Pregunta con Ramón Acín reflexiona y nos hace reflexionar muy bien sobre la tierra que, cada día, es más polvo que nunca…tierra silenciosa, sin poblar o lo que es peor…poblada por sombras o mal poblada por la calidad humana, la que late…

La portada, como todas las de Pregunta tienen mucho a decir y mucho significante y significado…de la mano de Óscar Sanmartín.

La sinopsis del libro: La nueva novela de Ramón Acín es un intenso thriller psicológico ambientado en un remoto valle del Pirineo aragonés, una historia polifónica sobre la vida en los pueblos y la cara menos amable de la alta montaña.

Concretando un poco más sobre la trama:

En la Guarguera, uno de los valles más remotos del Pirineo aragonés, la vida transcurre apacible para sus escasos habitantes. Pero un día, la aparición de un misterioso alijo de armas trastoca toda esa tranquilidad, llenando la zona de curiosos, sospechosos, periodistas y autoridades. En los exhaustivos interrogatorios de un guardia civil, al que enseguida apodan como «metomentodo», el quesero Lorién, el vasco Ezquerra, destilador de licores, el pastor Petit o los artesanos Oriol y Maritxel, entre otros vecinos, deberán indagar en los secretos de sus relaciones, sacando a la luz sus bondades y miserias, enfrentándose a sus propios demonios y a sus motivos para vivir en el valle.
Un intenso thriller psicológico, denso y oscuro como un buen vino pero cargado de lirismo; una novela polifónica que aporta diferentes puntos de vista sobre la vida en los pueblos y nos revela la cara menos amable de la alta montaña.

Ramón Acín, el autor: Ramón Acín (Piedrafita de Jaca, Huesca) es narrador, ensayista y crítico literario, doctor en Filología por la Universidad de Zaragoza, catedrático en Lengua y Literatura y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis (Aragón).
Es autor de los ensayos Narrativa o consumo literario (1990), Los dedos de la mano (1992), En cuarentena. Literatura y mercado (1996), La línea que come de tu mano (2000), Aproximación a la narrativa de Javier Tomeo (2000) y Cuando es larga la sombra (2009); de las novelas Extraños (2000), La marea (2001), Cinco mujeres en la vida de un hombre (2004), Siempre quedará París (2005), Muerde el silencio (2007), Ya no estoy entre vosotros (2014), El tamaño del mundo (2017), Los muertos que llevan los vivos (2021); de la nouvelle La noche antes de irse (2016), de los dietarios Aunque de nada sirva (1995) y Así me vio (1997); de los libros de relatos Manual de héroes (1989), La vida condenada (1994), Los que están al filo (1999), Hermanos de sangre (2008), Con el pie en el estribo (2010), Abrir la puerta (2013), Monte Oscuro. Álbum de familia (2016) y A lo largo de la vida (2017) y del libro de viajes Un andar que no cesa (2020). También ha cultivado la literatura infantil y juvenil con Secretos del tiempo escondido (2005), Terror en la Cartuja (2006), Misterio en el Collado (2008), El caso de la cofradía (2011), Cornelio, Pancho, Simón y yo (2014) y La carpeta azul (2021).


Asimismo, ha participado en actividades y proyectos relacionados con la actividad lectora (coordinó el programa «Invitación a la lectura» del Gobierno de Aragón entre 1985 y 2011) o la edición de obras de autores clásicos y contemporáneos (El cazador, de Javier Tomeo, Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura, Diario de un ladrón, de Jean Genet, El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson o Carreteras secundarias, de Ignacio Martínez de Pisón) y es un destacado articulista en prensa (AndalánHeraldo de AragónDiario 16El Periódico de AragónDiario del Altoaragón…) y en revistas especializadas (QuimeraLucanorCuadernos HispanoamericanosLeerLa Página…), tanto literarias, etnográficas o de viajes.

El autor ya ha estado con nosotros:

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/alolargodelavida.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ramonacin2.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/moncadabunuel.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/monteosucro.htm

http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/unandarquenocesa.htm

 

 

 

 

Cazarabet conversa con Ramón Acín Fanlo:

 

-Ramón desde la primera página de tu novela Profanación me di cuenta que estaba ante una novela que descansa en una crónica coral, ¿es así?

-Podría decirse que Profanación acaba siendo una novela coral aunque todas las voces emitidas por los distintos protagonistas estén filtradas a través del tamiz de una sola persona, la de Javier que, a la vez que es protagonista, ejerce de narrador. Sí, en su persona se acumulan las distintas visiones de vida que protagonizan y desarrollan el resto de los personajes.

 

-Novela coral que, cuenta las pequeñas historias de unos y otros, y con ellas y con la información que contienen mueven la historia de la Guarguera y del proceso de despoblación del Pirineo… 

-Al fondo de la novela late, por supuesto, el trágico tema de la despoblación de un valle, el de La Guargera en este caso, que, en la actualidad cuenta con menos de un centenar de habitantes frente a los más de dos mil que este territorio poseía hace apenas medio siglo. La despoblación o brutal merma de sus habitantes es un elemento central, pero no hay que olvidar, sobre todo, el resto de temas que pululan en la novela, observables desde otras perspectivas distintas que también presentan dislates parecidos. Porque son miradas posibles que van desde la visible desaparición de la vida humana a la pérdida del rico contenido histórico y etnológico, sin olvidar las miradas que conlleva el triunfo de la naturaleza frente al hombre, dado que la naturaleza, al estar libre del poder de éste, en muy pocos años ha destruido toda la labor ejecutada durante siglos. La lucha del hombre con la naturaleza o la adecuación y utilización de su territorio que, desde un pasado lejano, posibilitaron la existencia y el uso humanos apenas son ya visibles tras el paisaje que observa por quien se acerque hoy día a La Guarguera. La naturaleza ha cambiado la fisonomía del paisaje, porque ésta se ha apoderado de todo, ocultando así el faenar ancestral, de siglos, difuminando caminos, campos, bancales, muros, construcciones…  No sólo es la despoblación, se trata también de indagar la desaparición y, sobre todo, la constatación de la presencia del olvido cada vez más potente y más presente.

 

-Pero si hablas de los que se fueron es porque se hablará de los que se quedaron y desde los que se quedaron, ¿no?, ¿te lo planteaste así?

-Claro, a pesar de la despoblación, quienes se quedaron conforman la muestra testimonial más fiel, aunque las circunstancias, al ser adversas, minen su eficacia. Ellos permiten hablar de hoy, de la realidad del valle, y, también al echar mano de los recuerdos, teñidos unas veces de nostalgia y otras de melancolía, posibilitan la navegación por el pasado no sólo del valle en general, sino de quienes lo abandonaron y de las circunstancias que llevaron a ese abandono. Porque, en la despoblación de un territorio, las circunstancias cuentan mucho y sobre todo definen la realidad final. Circunstancias de cariz muy diverso y que van desde lo meramente personal a lo colectivo, desde lo económico a la aventura, sin olvidar otros aspectos de índole muy varia como la dificultad orográfica, el alejamiento de los nudos de comunicación, la pérdida de un ancestral valor estratégico o las consecuencias bélicas, pongamos como ejemplo. Quienes se quedaron permiten hablar del valle y de quienes lo habitan, es decir, proporcionan una visión desde dentro, pero a la vez posibilitan también la suposición. Es decir, otra mirada complementaria y acumulativa al hablar sobre aquellos que ya no habitan en el valle y que han rehecho su vida en otros lugares. Es la mirada hacia el exterior. Y claro, el sinnúmero de realidades, con sus condicionantes, sus problemáticas, sus esfuerzos, sus locuras… permiten una atractiva densidad de temas posibles a tratar ficcionalmente que se adecúa muy bien a la explotación novelesca. 

-Es “chocante” el funambulista en el que se convierte el personaje cronista -no puedo dejar de pensar en ti- que se acerca a cada uno de los personajes y que casi, casi hace de psicólogo para saberles tocar las teclas y que ellos larguen ya no acerca de ellos mismos sino de “los otros” que están conviviendo en el pueblo junto a ellos o, incluso, de los que se marcharon.

El que yo sea escritor y el hecho de que forme parte de ese desplazamiento interior del mundo rural al mundo urbano, acaecido en la segunda mitad del XX en nuestro país, puede llevar a asimilarme con Javier, el personaje protagonista y narrador. Sin duda, es un hecho circunstancial que proporciona un mejor conocimiento tanto de la problemática de la despoblación como de los aspectos que caracterizan la fisonomía y actuación sociales de quienes son originarios del valle. Es aceptable, pero yo no soy Javier. No tengo nada de nostálgico, quizá algún tinte melancólico, pero nada más. Javier es un urbanita que se enamora de la naturaleza que le ofrece el valle y también de las gentes que aún lo pueblan. Tiene una mirada distinta a la de los autóctonos, una mirada que puede chocar con la de ellos. Y eso permite el contraste. Es un choque que, sin ser estruendoso, sí que permite una mirada distinta donde habita como mínimo algo de reflexión. De ahí, la psicología de la que hablas y también el que pueda tocar las teclas adecuadas para que todos en el valle, en ocasiones, saquen a pasear sus cuitas, y, también, para que en otros momentos, se esfuercen por ocultar cuanto en verdad les duele. He de confesar que me costó encontrar la voz de Javier y su doble faz, foráneo y autóctono, reflexivo ante cuanto ve a la vez que enamorado de cuanto ve. En él recae el peso de casi toso, porque es quien acciona la novela; es la máquina que, además de narrar, nos lleva de la mano de sitio en sitio, de circunstancia en circunstancia, de personaje en personaje para así, por acumulación y superposición, llegar al cuadro totalizador.

-¿Es un retrato social de la vida en este rincón oscense y de su latido y de forma de ser y de vivir, y de lo que conlleva el convivir?

-Sí, ése, junto a otros aspectos, ha sido una de las principales claves de la novela.  Ahondar en la forma de entender la existencia en un espacio conformado por siglos pero que está en trance de desaparecer. La forma de mirar un espacio lleno de vida, sin dejar de escarbar en cómo ésta ha ido variando a través del tiempo, indagando para ello en un pasado rico en historia, en leyendas, en convivencia… aspectos y circunstancias que tan brutalmente chocan con la realidad actual, donde apenas queda un hilo de vida y donde los recuerdos actúan como única fuente visible de una realidad que fue pletórica y vital ya sólo se manifiesta casi desaparecida.

-Me da, amigo, que tenías la necesidad casi vital de escribir este libro…

-En parte, tu suposición tiene su parte de verdad. En mi narrativa son muchas la veces que he acudido a los territorios conocidos de la montaña oscense que es la que más a fondo conozco (y siento, sin duda), territorios que son algo más que un telón de fondo a las peripecias vitales que permiten mostrarse y desenvolverse a los personajes. Soy de los que escriben sobre lo que necesita explicación. Es decir, que si escribo es para explicarme las cosas que no aparecen claras o que no comprendo. Escribir es un proceso lento, de reflexión junto a la placentera imaginación. Necesito comprender y comprenderme. Y qué mejor para ello que crear un mundo paralelo o posible de ficción. Necesito comprender lo que me rodea y porque han sucedido las cosas de la forma que han sucedido. Soy un producto de una emigración brutal. Y digo brutal, porque, aunque la emigración haya existido siempre, el trasvase rural al urbano durante década de los sesenta y setenta del siglo pasado fue de una envergadura descomunal (tan sólo hay que ver la población del interior de España frente a la periférica o costera y la población rural frente a la urbana). Y como soy producto de esa emigración necesito explicarme las causas y lo que éstas han supuesto. Basta pensar en el desarraigo, en abandonar a tus muertos, en dejar atrás tu paisaje, en imaginar como habría sido tu vida si te hubieses quedado, en ver cómo viven los que no emigraron, en ver las consecuencias de esa emigración… el abanico de interrogantes es abundante. Somos producto de un azaroso momento sobre el que se edifica la vida y ello posee su interés humano que se convierte en narrativo. Como también resulta interesante mirar lo que podía haber detrás de las puertas que uno ha ido cerrado para así comprender la singladura de su realidad vital, para dar consistencia a la vida que se vive. 

-Y, ¿por qué Profanación?, ¿cómo se te ocurre ponerte en esta novela y en la trama de tirar del zulo con armas?

-Bueno, aunque el descubrimiento de zulo de armas fue un hecho real, en la novela actúa como espoleta para el estallido de varias perspectivas que, por cierto, tienen bastante de sinuoso, sobre el valle y su forma de entender la vida.  Tantas perspectivas como los personajes que pululan por la novela. Es un simple recurso para que se rompa la tal vez paradisíaca tranquilidad del valle. Es sabido que lo que es anormal atrapa la atención, rompe la linealidad de la costumbre. Y el descubrimiento del zulo actúa así, dado que conlleva la aparición de periodistas, curiosos y, en este caso, sobre todo, del policía que investiga a todos los que habitan el valle y desarrollan en él su existencia, quienes acaban bautizándolo con el significativo apodo de “metomentodo”. La rutina del faenar diario y de la convivencia más o menos llevadera se ve interrumpida por ese policía que escarba en todos ellos buscando resolver no ya la pertenencia de las armas, sino cómo y quién del valle, si es que ha sucedido así, ha ayudado a los terroristas.  En cuanto al título de Profanación, basta tan sólo con pensar en que, además de fisgar, el policía y demás gentes foráneas, profanan sus vidas y profanan el valle, arrebatándoles su tranquilidad, modificando su existir, rompiendo su convivencia... En realidad, Profanación habla de la condición humana, del comportamiento de las personas. Un comportamiento diverso que sale a la luz cuando algo distorsiona o altera su rutina, la costumbre, la cotidianidad de la vida.   

-Desde este libro, ¿qué hay detrás de la despoblación… un verdadero atentado a lo que es de todas y de todos?

-Sobre todo hay una búsqueda de explicación. Las causas, ya lo he mencionado antes, son múltiples. Se trata de ahondar en ellas e, incluso, de otear si hay algún posible remedio. Al fondo, siempre subyacen aspectos como la pobreza, la necesidad de escalar en la pirámide social, el buscar tierras de promisión no tan arduas como las que se dejan atrás… Y sí, a veces, late una sensación casi real de atentado, que incluso llega a responder a nombres que suenan a miel como el “bien común” en el caso de la construcción de embalses o en las repoblaciones llevadas a cabo en los montes que, siendo necesarios, suelen olvidar a  quienes han habitado o habitan las tierras embalsadas (todo un atento contra las mejores tierras de cultivo en los valles) o pastoreado en los montes que se repueblan (un atentado contra la ganadería lanar y cabría, otra de las fuentes de subsistencia). También un atentado contra la igualdad de oportunidades por falta de una adecuada comunicación o por falta de servicios. Para qué seguir. La panorámica está ahí, muy visible para quien quiera mirarla.

-¿Es tu pertenencia al Pirineo lo que te lo hace narrar de esta manera tan especial?

-Supongo que algo tendrá que ver. Mi conocimiento del Pirineo y mi querencia por él suelen estar presentes a la hora de escribir. Soy de los que piensan que el territorio de origen marca casi al igual que la época de la infancia que es el verdadero paraíso de todo ser humano. El Pirineo fue mi paraíso, lo sigue siendo en gran medida porque en él me encuentro muy a gusto, tanto que incluso, tal como he dicho, me sirve muchas veces de personaje explicativo en mis novelas. Pero sé bien que la vida es un acumulo de etapas con sus circunstancias donde la nostalgia no debe tener cabida, porque la nostalgia no lleva a ninguna parte. Mi nacimiento en el Pirineo y los primeros años de mi vida en él, creo, han dejado una huella que permite el contraste, ese contraste que agudiza la necesidad de explicación al tiempo que insufla cierto calor tierno a la hora de hablar de él. Supongo que ahí reside ese “narrar de esa manera especial” de la que hablas.

-El Pirineo es la cordillera emblemática de la Península Ibérica, pero los valles son especiales, ¿cómo y de qué manera?

-Sí, creo que el Pirineo es emblemático, pero no sólo por su ponderada majestuosidad o espectacularidad, sino ante todo por su carácter de barrera a lo largo de la Historia. Y hablo de barrera en todos los sentidos, pero especialmente por lo que ha supuesto de separación y también de diferenciación, aspectos por fortuna hoy día bastante atenuados e, incluso, borrados. Y, por supuesto, los valles son especiales porque cada uno tiene su particular dimensión, su particular encanto, su particular fisonomía y su particular modo de existir... aunque compartan algunos parecidos. Una particularidad que llegó hasta el vehículo comunicativo de la lengua (dialectos, ansotano, cheso, tensino, belsetánchistavinobenasqués...) que, en la actualidad, también aparece mermado y casi desaparecido. En lo común, la importancia de lo particular fue transcendental, trascendencia que no ha podido subsistir al empuje de la uniformidad actual. Y de uniformidad habla también Profanación.

 

 

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Cazarabet

Mas de las Matas (Teruel)

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