lunes, 19 de junio de 2017

SOÑAMOS LA CIUDAD: Un camino de Zaragoza, muy olvidado (Mi texto en la exposición)

  CAMINOS (PASEAR)

En el Imperial apenas se rastrean aguas de fulgor y esperanzas. Rompamos la cal del olvido. Tal vez revivan de nuevo sapiencias de madre nutricia para los páramos que atraviesa. Y llegue un vuelo renovado para el sueño de Pignatelli, asiduo del Conde Aranda. Asombraríamos a Europa, repleta de canales, ahora proclives al turismo. También tal vez así, feraces, rujiarían otra vez azudes, almenaras, sifones y esclusas mientras pudieran avivarse dársenas y puertos. Los mismos que antaño inundó el ajetreo de barqueros, peones, labradores tostados por el sol, viajeros o marineros de agua dulce. A bordo, por supuesto, de cientos de barcazas. Barcazas colmadas siempre de aperos, cebollas, remolacha o frutas cuando los sobrantes apiolaban la sed en nuestros paisanos o cuando, como riego, alzaban alfalfas y cereales o engordaban frutas.

Remozar el cuarto río, infante frente al Jalón, Gállego o Ebro. Y el “Incredulurum Convictioni et Viatorum Commodo” de la Fuente de los Incrédulos. Y desempolvar desde El Bocal a La Cartuja Baja: puente la Canaleta, Murallas de Grisén, Virgen de la Ola con su ermita, Ojo del Canal, esclusas de Valdegurriana... y el Escorredero, mojón que anuncia el fin, cerca de El Burgo o Fuentes de Ebro. Antes, ver la luna creciendo en Rosales del Canal o degustar atardeceres en Montecanal. Bañarse en Casablanca, olvidando al mariscal Lannes que sitió Zaragoza. Atisbar descansos en cabezo de Buenavista recordando a Labordeta. Orar como un monje militar en San Fernando de Torrero. Probar el agrio sabor de la guerra en el Barranco de la Muerte y en las tapias del cementerio a su paso por La Paz. Ir en compañía de Sender (R.J.) por Quinta Julieta. Asomarse a miradores (las Canteras o La Cartuja) y recuperar el resuello que impone la fatiga. Recordar molinos harineros, centrales de luz y acequias rebosantes de vida. Sentir el paso de los años al evocar campamentos de juventud a la vera de su aguas. Sacudirse viejos calores de veranos cenicientos allá por el franquismo y transitar, con la agridulce memoria de la Expo, su Anillo Verde.


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