martes, 15 de marzo de 2016

VALOR, de Clara USÓN

LA COMPLEJIDAD DEL VALOR (*)
                                                                                                   Ramón Acín.
De nuevo, Clara Usón (Barcelona, 1961) da un paso de gigante en su trayectoria narrativa. Con Valor ha colocado el listón en lo más alto, superando, incluso, la atractiva solidez de su anterior novela La hija del Este. Otra vez, en cada página, vuelve a sorprender al lector. Como mínimo  por la densidad de cuanto contiene y se narra en Valor, por la forma de comunicar los contenidos en los que nos sumerge como lectores necesariamente activos y, por supuesto, por la múltiple intensidad de lo comunicado.
Valor desarrolla tres historias (cada una con su consiguiente esquema de “valor”, coraje o riesgo, dentro de la sociedad en la que éstas se desarrollan), además de un coda final (la historia del joven libanés en un Benidorm gris). Historias que, parenciendo las teselas de un rompecabezas, al final, se superponen y complementan gracias a un cierre exacto o, como mínimo, medido  (La arquitectura en la obras de Clara Usón suele ser, además de una clave, un portento de eficacia). Tres historias que abordan el siglo XX y el pertinente tramo del XXI con una mirada tan poderosa como profunda, llevándonos más allá de lo cotidiano, la costumbre y la apariencia. Tres historias en el límite, en el precipicio que supone el riesgo máximo y en la necesidad de bogar y ahondar tras la costra superficial de la vida. Tres historias, también (como viene siendo habitual en la autora) vistas desde dentro, emergiendo con fuerza desde el interior, al colocarnos como lectores, por lo general, en la mente de los personajes.
Esta mencionada fusión de las historias que conforman Valor, permite aceptar (y asistir) la convivencia de momentos, espacios y personajes alejados en el tiempo sin que, por ello, salten chispas mientras se asume lo narrado en la novela. Es decir, la simultaneidad de tiempos y personas de épocas diferentes (caso, por ejemplo, de Fermín Galán, sublevándose en Jaca, en diciembre de 1930, con Mati, directora, en nuestros días, en una sucursal de una caja ahorros, estigmatizada por haber vendido “preferentes”) en absoluto es un obstáculo para adentrarnos en las tramas y contenidos expuestos por Clara Usón. Ni siquiera al lector de narrativa más apegado a una concepción causa/efecto y cronológica, va a importarle la rara convivencia de distintos planos, personajes y tiempos en la narración, porque un río subterráneo, el  del valor (no importa si nacido de la coherencia o de la desesperanza), posibilita su unión.
Valor, título unificador pese a su plurisignificación, concita siempre un aire de tragedia. Pero de una tragedia que, cuando menos, presenta doble filo, porque quienes actúan como protagonistas de los hechos narrados son a la vez víctimas y verdugos. Así, la primera historia, la de Fermín Galán, al sublevarse en Jaca, en aras de sus ideales republicanos, es víctima y verdugo de su plural fogosidad (fogosidad chapucera en la sublevación, fogosidad ética al no  huir cuando todo está perdido e, incluso, cunado con valor manda al pelotón que ha de fusilarle) como lo es también su compañero de aventura Luis Duch, señorito de izquierdas, víctima de la traición a su clase y verdugo de su propio fusilamiento al no escapar y exiliarse por el dolor que cree infligirá a su madre en caso de  abandonar Jaca tras triunfar el golpe fascista de Franco. Otro tanto, parece desprenderse de la segunda historia de la novela, donde el monje franciscano croata Casimiro, componente de la cruzada católica llevada a cabo por el fascista Ante Pavelic, se ve empujado, durante la II Guerra Mundial, a actuar, como un “ustacha” más, de verdugo (no sólo forma parte de la maquinaria que, en el campo de concentración de Jasenovac, extermina a serbios, ortodoxos, comunistas y judios, sino que comparte, a punta de pistola, la conversión al catolicismo de quienes no lo son en el Estado Independiente de Coracia) sientiéndose a la vez víctima de su irracional fanatismo,  centrado en el dogma o la fe. Un fanatismo de cariz semejante al que se entrega la directora de una sucursal de una caja de ahorros, capaz de vender basura y de arruinar a conocidos, amigos y familiares para mantenerse en su estatus social, para  acabar como víctima, estigmatizada y desprovista, tras la debacle económica, del rol social tan apetecido.

Valor, como mínimo, supone la mirada a tres momentos de la Historia, conlleva la observación en vuelo rasante de tres dioses absorventes y omnipotentes para el ser humano (ideal revolucionario, dogma/fé, dinero/mercados financieros), y, por supuesto, nos lleva a indagar tres formas de estar en sociedad y de formar parte de ella (lógicamente, a lo largo del tiempo “histórico” en el que se asienta la novela). Tres miradas distintas y, sin duda, enfrentadas, aunque siempre superpuestas y complementarias, que permitirán ver la anormailidad de la normalidad (algo que ya Clara Usón desbrozó, por ejemplo, en Perseguidoras), donde, de ordinario, la moral y demás valores positivos hacen mutis por el foro. Miradas que, en definitiva, hablan de lo complejo que es el ser humano, de sus luchas, claroscuros y contradicciones, y, también, de cómo se disparan los resortes cuando la existencia pone a hombres y mujeres en el disparadero de situaciones extremas. Situaciones que,  en el fondo, como es habitual en Clara Usón, recalan en la familia (Mati y su hija Mar, Luisito Duch y su madre…), en los amigos o, simplemente, en quienes nos acompañan en la singladura de la vida, sin obviar el añadido de sus conflictos. Y situaciones que bucean –documentación bien diluida- en la Historia y en sus circunstancias, con sus  luces y sombras: desde la indagación en la Historia oculta/ocultada o la revisión sobre la Iglesia y su actuación ante los nazis, hasta el problema de los Balcanes (recuérdese La hija del este) o  la actuación de los mercados hoy día. Con todo ello, Valor, al  enfrentar (o, tal vez, al comparar) historias diferentes y épocas distintas invita a la duda de dogmas y verdades “inamovibles”. Sin duda, porque en la duda reside, al llevarnos hacia la reflexión, una de las mejores formas de entender la vida.



VALOR, Clara Usón. Barcelona, Seix Barral, 2015 
(*)Publicado en TURIA, 117-118.

No hay comentarios:

Publicar un comentario