martes, 18 de noviembre de 2014

IN MEMORIAN: JOSÉ MARÍA LATORRE

La vida es así de fugaz e incomprensible. En unos segundos la geografía cambia y quien, como amigo, era sujeto de ésta, desaparece. Su vacío duele. Por eso,hay que agarrarse fuertemente a la memoria compartida y a las palabras que la sustentan.

In memorian: Recordando al escritor José María Latorre
(Parte de este artículo ha sido publicado en Heraldo de Aragón, 18-N.)

"José María Latorre, experto en imágenes, amante de las palabras y preciso muñidor de historias, se ha nos ido en silencio. Lo ha hecho totalmente alejado de cualquier canto untoso, propicio en la despedida final, desplegando, una vez más, su vena de inconformista sobre la que siempre cimentó su vida. Como ejemplar personaje de esa extraña raza de quienes sólo analizan y escriben acerca de lo que creen que deben analizar y escribir, sabía bien que el arte (su visión del cine y su literatura) era esencialmente crónica de la sociedad y no un cultivo del ego o el perpetuo disparo a la diana comercial. De ahí que, en la actualidad, sea difícil su clasificación como escritor, pero, también, sea posible su innata capacidad a la hora de encarrilar historias por vericuetos y géneros tan diferentes.
José María Latorre, con su acusada personalidad (rara en el panorama literarario español de las últimas décadas), siempre, sin cansancio alguno, supo idear para jóvenes, adultos, cinéfilos, heridos por la literatura e, incluso, para devotos de la música. Pocos como él, han transitado mundos góticos o exóticos, además de tejidos de muerte o de crítica social, y han logrado atraer con igual fuerza tanto a la edad de la inocencia, como a la del lector adulto, aunque el eros y el thanatos, continuamente envueltos con asfixiantes mantos de misterio y psicología, mostrasen una inusual dureza. Por eso, leer las historias de José María Latorre, significa (y significará) siempre llegar hasta las heces del desenlace y salir crecido en la aventura. Crecido en paisajes y atmósferas, en preguntas y suspicacias, en conocimientos y sensaciones como debería acaecer siempre en toda literatura que se precie.
Con sus historias narrativas, José María Latorre, lector incansable, sabedor de las indigencias del ser humano y de su anonimato en la sociedad masificada y consumista, siempre buscó apreciar el pasado sin obviar el presente, lo insólito sin perder la unión con lo próximo, el misterio contando con la realidad, o indagar en la quimera e, incluso, en lo posible convertido en real (véase, por ejemplo, La celebración de la carne, novela que nos adelanto la televisión del “Gran hermano”). Por eso, jamás obvió la manera con la que el lector pudiera desentrañar el lado oscuro de este mundo moderno para llegar a comprenderlo. De ahí que estén tan presentes en su obra la trascendencia del individuo, el buceo en la historia, la angustia misma de la existencia, los paraísos de la religión y del progreso y la tecnología,… Gracias a todo ello vivió, vive aún y vivirá José María Latorre, pues nada puede ser más duradero que el hecho de convertirse en la memoria de las cosas.

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