jueves, 20 de marzo de 2014

MÚSICA MUERTA (de José Mª LATORRE)

Por el lado oscuro del ser humano (*)





José María Latorre no suele defraudar al lector con las historias que da a la imprenta. Son historias siempre llenas de obsesiones y a vueltas con temáticas ajenas a cualquier moda literaria al uso. Historias muy personales, pero con sabor a tradición literaria, asentadas y edificadas de manera permanente sobre atmósferas enrarecidas, ambientaciones lúgubres y espacios opresivos que, además de dejar un buen sabor durante su lectura por el aquilatado estilo del autor, permiten también asistir a una plural gavilla de perspectivas acerca de la condición humana. Música muerta y otros relatos, la última incursión narrativa de Latorre, aparecida bajo el paraguas del muy loable catálogo de la editorial Valdemar, continúa esta estela y remarca, de nuevo, la narrativa independiente y radical, tan típica de Latorre, que, sin embargo, nunca deja de ser sobrevolada por copiosas referencias, pues al fondo de todas sus novelas y relatos, siempre late el poso de numerosas lecturas asumidas, de películas examinadas con rigor y de un pródiga cultura degustada con fruición.En Música muerta y otros relatos, como anuncia su mismo título, la muerte (junto al amor, tema capital en el autor), asediante e insistente, se cuela con fuerza en las veinte historias que componen la entrega (alguna casi llega a ser una nouvelle, como el caso de “Resurgam”) e invita a una navegación especial, mediante la cual se pueden explorar (e indagar) los distintos recovecos, sean reales o posibles, que ofrece el destino último del hombre. Con el uso del tema de la muerte, Latorre nos introduce en un mundo inquietante que socava la placidez de lo rutinario y avisa de lo poco firmes que son los asideros de la vida. A la incomodidad de un tema así, de su tratamiento, y a la perplejidad que ambos conllevan, Latorre añade una mirada corrosiva sobre casi todo. Una mirada que pone en tela de juicio la sociedad misma en cualquiera de sus manifestaciones. Pueden servir de modelo los relatos “El regreso” y “El hombre del cementerio”. El primero, entre otros detalles, por el varapalo a la fealdad y despropósitos propios a la moda de la arquitectura fría y el segundo por el ataque directo a una concepción social basada en la prepotencia, lo políticamente correcto, el culto al dinero y el desdén hacia la cultura. Una mirada crítica que incluso pone en solfa la concepción de la misma literatura que triunfa en la actualidad (véase “Desapariciones” y sus feroces mordiscos contra la literatura simplista y sus servidores de propaganda periodística). Junto a la denuncia y posicionamiento crítico, no olvidar tampoco el juego de la ironía, el escepticismo y una especie de pesimismo hacia todo cuanto es espúreo o contiene alguna carga de simulación o adulteración.
Sin duda, el tema de la muerte ya contiene en seno el gran aliado de Latorre narrador. Me refiero a la función que posee el miedo a la hora de trazar el autor sus relatos y novelas. Un miedo que se manifiesta con diferentes caras y en distintos grados de intensidad (un arco que va desde la sacudida simple del miedo apenas atisbado, hasta la cruda plasmación del terror) y que es diseccionado en función de lo que se quiere transmitir, acompañándose, según la historia en cuestión, de los aditamentos más adecuados: repulsión, morbosidad, connotación anormal, presencia de lo no grato, putrefacción, presencia de lo siniestro… Miedo y aditamentos servidos siempre con una progresión medida y dosificada para llegar al fondo de la indagación propuesta o perseguida. En suma, el uso de una detallada (y múltiple) iconografía de la muerte junto al perfecto goteo del miedo en íntima trabazón con ambientaciones muy precisas, en las que se ponen en funcionamiento todos los sentidos. Desde este último punto de vista, merece observar la importancia que el autor busca con el despliegue sensorial, por su capacidad de atarnos a la historia. Destaca, por ejemplo, el especial hincapié que el autor busca con el sentido de la vista (Latorre domina la descripción y la sugerencia derivada de la imagen como pocos), la permanente atención al olfato (la fuerte sugestión de olores, hedores), sin olvidar tampoco el oído e, incluso el gusto (véase el relato “El depósito de agua”). Toda esta conjunción da pie a una conseguida fusión (ya mencionada) entre temas que provienen del territorio de una fantasía del terror, asentada en la más granada tradición literaria con la que se pretende la exploración del lado más oscuro de la condición humana; temas expuestos con puntillismo o minuciosidad descriptiva y que, siempre, se desarrollan dentro de situaciones claustrofóbicas o próximas a éstas al compás de una gradación narrativa (desasosiego in crescendo) que estalla al final con la impertinencia del chasquido que supone un final semiabierto o con el golpe efectista del cierre perfecto.
Latorre es maestro en el territorio de lo fantástico, hermanándose con los mejores maestros del género, porque las raíces de las historias de Música muerta y otros cuentos conectan sin chirrido alguno con autores de la talla de Mary Shelley, Bram Stoker, Le Fanu, Blake Walter de la Mare…, y con muchos de sus mitos y prototipos (“Potocki” y la licantropía; “Resurgam” o “El sacerdote suicida” y el vampirismo; “Música muerta” y los fantasmas; “El regreso” y la contemplación de tu propio entierro, etc.), pero que, además, no tiene miedo alguno en experimentar la búsqueda de nuevos territorios y nuevas sensaciones (véanse “Cuervo”, desasosegante historia que acontece en el lejano oeste americano, o “Simbad y la isla de la muerte”, más propios de la literatura acomodada en la aventura). Música muerta y otros cuentos de José María Latorre, escritor ahormado en la tradición, al margen de criterios al uso y lejos del dictado temporal, debe leerse porque nunca defrauda y, sobre todo, por posee la capacidad de inocular, mediante un estilo ágil y preciso a la vez que sugerente, además de clásico, el deseo de leer.


José María Latorre. Música muerta y otros relatos. Madrid, Valdemar. 2014, 385 pp

(*) Publicado en Divertinajes.com (última entrega)

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