JOSÉ MARÍA LATORRE, AVENTURA Y MIEDO *
Por Ramón Acín
Qué José María Latorre (Zaragoza,
1945) maneja sabiamente el tema de la muerte, que es un brillante arquitecto
del misterio, que edifica atmósferas intensas prpoensas a destilar el
pertinente aire denso junto a un fructífero sensorialismo a flor de piel o que
posee una prosa plástica, capaz de colarse rauda en la mente del lector,
inyectando placer y pasión de lectura,
no es decir nada nuevo. Lo lleva desmostrando desde hace años. Ahora tanto La maldición de la banshee como El templo enterrado, sus dos últimas
entregas para el público adulto-juvenil, vuleven a confirmarlo. Narrativamente,
Latorre reina como pocos en este tipo de novelas donde thanatos posee el mejor de los lechos imaginados, acompañándose en
su acomodación con ambientes de asfixia. Lejos, por tanto, de los trampantojos
betselleristas que hoy, sobre el tema,
tanto pululan.
Wilfred, un vampiro aristócrata,
protagonista último de La maldición de la
banshee, permite adentrarnos en el terror típico de Latorre, donde la
sangre tiende a fluir como savia de lectura. Alice, la joven contraprotagonista
(por más señas huérfana tras un bombardeo nazi sobre Inglaterra), será la guía
en la propuesta de Latorre desde el momento en el que ella comienza su trabajo
en la claustrofóbica mansión de los Kavanagh, familia irlandesa, tan antigua
como maldita, que no sólo guarda secretos, a veces innombrables, sino que,
entre sus paredes, da cobijo a lo inconfesable. El goteo medido del misterio y
sus enigmas, servido con suaves tragos en el momento justo, atrapa e invita a
seguir los pasos de la narración. Su resultado: un sorprendente viaje al
corazón de lo oculto y del miedo. Un viaje que, por añadidura, se acompaña de
parajes ocluidos al tiempo que tenebrosos, donde acacecen sucesos y ritos
inesperados, adobados con sus pertinentes sobresaltos. Circunstancias todas
que, igualmente, con parecida perspicacia, dan cuerpo y adensan El templo enterrado, donde de nuevo el misterio, la sangre, el
sensorialismo… se unen a la intriga (Saville, el detective amigo del
protagonista, aporta el punto policiaco a lo Sherlock Holmes) para que el
arqueólogo John Hadley, atraido por el hallazgo de las ruinas de un templo del
que jamás se ha tenido noticia, nos
introduzca en los abismos de los “no muertos”.
Ambas historias parecen responder
a una máxima de Peter Ackroyd: “El terror es la piedra angular de todo nuestro
arte” que Latorre no sólo usa como timón en sus historias, sino que, además,
evidencia su importancia colocándola como pórtico en El templo enterrado. Un terror siempre plural en sus
manifestaciones, que acoge tanto la
sorpresa como el estremecimiento, el simple sobresalto y el agobio permanente…
Un terror enigmático y jamás increíble porque, aunque se asienta en vericuetos
de lo esóterico, no olvida los trenzados de la Historia, además del
desenvolverse en escenarios muy verosímiles (lejos de verborreicas fantasías
tan de moda) debido a la plasticidad y sensorialismo de una prosa trabajada
donde el diálogo ayuda muchísimo.
-José María Latorre. La maldición de la banshee. Editorial
Alfaguara, Madrid, 2013, 207 pp.
-José María Latorre. El templo enterrado. Editorial Edebé.
Barcelona, 2013, 220 pp.
*Publicado en "Artes y Letras", Heraldo de Aragón, 11.IV-2013.
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