ERAN MALOS TIEMPOS, EL MUNDO SE
HUNDÍA*
Ramón Acín
Auschwitz. 1940-1945. Segunda
Guerra Mundial. Ensayo “Observaciones sobre la fauna ornitológica de
Auschwitz”. Todo real. Y, sobre esta realidad, la ficción: Hans Grote, soldado
SS alemán (en la vida civil: orniólogo y profesor) y Marek Rogalski, prisionero
polaco (en libertad: estudiante de arte) comparten una cierta proximidad de
trato que, en apariencia, parece limar la evidente dependencia de la víctima al
verdugo. La posibilidad de una fisura así en tan ilógica relación se asienta sobre
un vínculo de trabajo (estudio ornitológico entre los ríos Sola y Vístula),
aunque éste apenas consiga mordisquear los férreos herrajes y normas de un
campo de concentración nazi, destinado a la absurda política de aniquilación de
seres humanos.
No obstante, aunque la relación
entre Hans y Marek nunca llegue a mayores, su proximidad en el faenar común
(impuesto y asumido/aceptado, claro) sí que permite sobrevolar el fácil detallismo
de lo que podía haber convertido a la novela en otra historia más relativa a los
campos de concentración. Y sucede así porque lo presumible y predecible en este
tipo de historias (con el nazismo y sus execrables políticas al fondo) se
achica, pese a la crueldad y falta de humanidad reinantes, ante imágenes mucho
más corrosivas. Imágenes que, además, Arno Surminski (1934, Prusia Oriental)
sirve al lector como de pasada; como si fueran simples (por habituales)
fogonazos ante la subsistencia, la sumisión, la esperanza, el odio, el miedo, la
incapacidad… Y con todo, ello, edifica un sólido texto que va más allá de lo que
su historia novelesca, a primera vista, relata. Junto a la Historia, la función
de parábola, junto a la Vida, la reflexión sobre el absurdo. Así, por ejemplo,
al lado del recuerdo de tan odiosa época, turbulenta e inhumana, a horcajadas
sobre las aristas de una convivencia imposible, la novela ofrece también la
historia de una doble pasión (ornitología y pintura), amén de los entramados con
los que construir el andamiaje defensivo tanto en el ánimo de quien es víctima
como del que ejerce de verdugo. Sin olvidar, entre otros aspectos, el
significativo choque entre lo infernal (vida en el campo de concentración) y su adjunto “locus amoenus” (vida en las riberas de los ríos en las que Grote y
Marek avistan y estudian la avifauna).
En el continuo disparo de unas frases,
sencillas y cortas, que emergen, muy nítidas y potentes, sobrevolando la
historia narrada, reside la fuerza de la novela. Son frases que suenan como bombazos, que
descargan angustia, que traen el eco de la cruel realidad, que hablan de los
imposibles…, pero, al tiempo, también, que suenan a vida y que van más allá del
relato de cuanto sucede a unas gentes cercadas y mordidas por las
circunstancias. Frases que, en definitiva, se encumbran no sólo sobre los
sucesos narrados, sino sobre la misma Historia hasta hacerla Vida (ambas con
mayúscula), sustancia universal y carne muy apropiada para una reflexión inteligente.
Sin duda, los momentos narrativos más fulguranres (además de hirientes y
sugerentes) están recogidos por ese goteo de frases aisladas que, como
disparos, muestran (e indagan) el debate interno habido en ambos protagonistas.
Especialmente en Marek que es, en realidad, quien da cuenta de todo cuanto
acaece. Y, aunque en este mencionado proceso interior, el pesamiento del
verdugo queda oculto o, en todo caso apenas entrevisto, Arno Siminski consigue
hacerlo visible a través de la sugerencia destilada por el pensamiento de
Marek. Todo un hallazgo que la víctima, ante la actuación de verdugo, no dialogue
con él acerca de las consecuencias de su actuación, pero que sí lo haga consigo
mismo y, con ello, la realidad, común a ambos, aunque oculta en Grote, adquiere
total visibilidad. Estamos ante el valor del “instante” o del “momento”, pero también ante el valor de los “objetos”
(horca de ajusticiamiento) o de los pequeños sucesos (banda de música). En
suma, la vida fluye vigorosa en todas sus dimensiones. Y lo hace incluso en el
espacio del amor mediante el acertado
desmenuce de retazos famliares. Retazos que son vividos en el caso de Grote
(apoyatura de carta) frente a los imaginados y, sin embargo, igual de vivos, en
un Marek prisonero. Ciento ochenta y seis páginas que atrapan y que se leen,
pese a su evidente crudeza, con gusto y de un tirón.
Arno Surminski. Los pájaros de Ayschwitz. Barcelona,
Salamandra. 2013, 186 pp. Traducción: Mª Dolores Ábalos.
*Publicado en "Artes y Letras" de Heraldo de Aragón (Dirección: Antón Castro)
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