domingo, 6 de febrero de 2011

DELIRIO DE LIBERTAD (Javier Tomeo)


DELIRIO EN LIBERTAD (Por Ramón Acín) *
En varias ocasiones he afirmado que el escritor Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1931) y el universo narrativo que ha ido edificando a lo largo del último tercio del siglo XX y durante los años que han transcurrido del XXI son, sin duda, dentro del panorama literario español, uno de los casos más insólitos. El aragonés no sólo responde en todo a esa etiqueta de “extraño” o de ”raro” que casi todo el mundo le coloca apenas entra en contacto con sus obras, sino que es y actúa como un auténtico outsider y, además, lo hace en varios sentidos. Citemos dos, significativos. Por un lado, Tomeo, a la hora de pergeñar sus particulares historias narrativas, siempre se ha alejado del tinte gregario que conllevan modas y corrientes. Por otro, siempre también, Tomeo se ha mantenido fiel a unos esquemas narrativos muy peculiares y propios. Tan propios y persoanles que, por únicos pese a su continua repetición, le han otorgado el éxito –aunque, como un absurdo más suyo, éste le haya llegado por vía teatral- y el reconocimiento de la crítica y de los lectores, saltando fronteras, latitudes, idiosincrasias e idiomas.
Hablar de Tomeo y sus novelas es hablar de espacios cerrados, de fusión y ruptura de géneros, de tensión dramática, del valor del monólogo y del el soliloquio o de formas similares a la hora de entablar/buscar la comunicación salvadora, de antihéroes más que de protagonistas al uso, de absurdos y de procesos de racionalización, de la locura y su lucha frente al imperio de la lógica amén de procesos de credibilidad, de fracaso y fracasados, de soledad, incomunicación y sumisión, de ansía y búsqueda de la libertad, de deformidad y monstruosidad físicas junto a taras psíquicas, de la diferencia, del mundo animal como espejo humano, de la ausencia-presencia de personajes femeninos y su especial función –en la vida, desde la narrativa de Tomeo-, de la importancia del sueño y de la ensoñación, de la interrelación entre las diferentes obras que el autor ha escrito, de la parodia y del humor, de lo simbólico, …. Una enumeración que, con claridad, deja una imagen muy precisa en cuanto a la densidad y hondura de los artefactos literarios creados por Tomeo. Artefactos siempre simples en apariencia, pero explosivos en el fondo. Y Los enemigos, publicada por primera vez en 1974 (Ed. Planeta) y ahora reeditada y corregida (Ed. Alpha Decay) es muestra perfecta de cuanto se ha apuntado, a la vez que es, asimismo, una magnífica muestra de lo bien que envejecen las creaciones del aragonés. Su escritura libre y directa, envuelta en resonancias filósoficas que conectan con la gente normal –refranes y frases hechas- y que exploran el espacio oscuro de la existencia más cotidiana, posibilita no sólo su sempiterna lozanía, sino que, además, le permite rebasar todo tipo de fronteras y barreras.
Como siempre en las novelas de Javier Tomeo una sencilla anécdota, pero tocada por el absurdo, constituye el inicio de la historia narrativa de Los enemigos y, también, la base desde la que el autor hace arrancar una progresiva concatenación de circunstancias. Circunstancias que tienden a dispararse sin cuento y hacia un sinfín de direcciones imaginables. Se trata, simplemente, de asentar sobre un suceso mínimo e, incluso, sin valor aparente, un cúmulo de posibles que, sin avances visibles del tiempo o de la acción, acaban construyendo toda la carne narrativa de la novela por donde fluye sangre de verdad. Es decir, el esquema narrativo de Tomeo siempre consiste en edificar, sobre la peripecia más nimia y desnuda –en el caso de Los enemigos el ocultamiento y encierro de un padre y su hijo ante el acecho de un terrible peligro, tan latente como desconocido-, una permanente red de bifurcaciones, tan variada como imprevisible que, además, de producir sorpresa en el lector, actúa de perfecto tálamo para el acomodo de un denso tejer de contenidos; contenidos que se agolpan en la trama y en la historia mediante un constante circunvalar.

A partir de esta anécdota inicial que levanta el edificio narrativo de Los enemigos se asienta el contraste y el enfrentamiento entre el mundo exterior –los enemigos o “congregacionistas” que acechan a Leonardo Zambrana y Gómez de la Costilla - y el mundo interior –la sensación de acoso que este personaje siente-. Un enfrentamiento que mana por partida doble: del encierro y en el encierro que lleva a cabo Leonardo Zambrana junto a su amantísimo hijo Manuelito en el interior de un piso ubicado en el tumultuoso París. Este encierro propicia, en un primer momento lector, la clara diferenciación entre lo que sucede en el espacio físico que actúa como atmósfera adecuada -habitaciones, edificios y calles adyacentes de la orografía parisina- y el espacio psíquico, únicamente sito y encerrado en la mente de Leonardo. Posteriormente, en la lectura todo se encamina hacia este último espacio que se, convierte en el epicentro de la novela, puesto que sobre él se dispone la difusa linde entre cordura y locura. Circunstancia que, además, permite el desarrollo de todo el arsenal de contenidos, recursos y modos narrativos típicos y propios del novelar del aragonés. Sin el contraste derivado de ese enfrentamiento, no podría observarse la batalla clave que propone Tomeo; una batalla que no es otra que la suma de problemáticas y temáticas, de carácter existencial antes mencionadas. Un conglomerado plural y continuamente ramificado a la vez que conocido o reconocido desde que en 1967 Tomeo publicase El cazador.
Si, en la lectura se opta por la locura, nada es corpóreo y todo se muestra como castillos en el aire, resultado de las manías persecutorias del protagonista –a ello, en ocasiones, empuja el personaje que niega lo que líneas arriba presentaba como real- y la duda planea como los carroñeros mordisqueando el pensamiento. Sin embargo, lanzada la anécdota y aceptada ésta por el lector, no importa que el enfrentamiento exista de verdad, como tampoco importa que el encierro subsiguiente parezca una reacción absurda. Lo que sí importa y atrapa es la vivencia del personaje que, mediante el constante circunvalar de su pensamiento, de sus miedos y de sus suposiciones, acaba no sólo por generar una sólida progresión de los contenidos narrativos y, en consecuencia, de la novela –bifurcaciones de la anécdota inicial-, sino que, además, dota de verosimilitud a la historia que se narra. En Los enemigos, como en casi todas sus novelas, Tomeo parte de una posición en la que lo absurdo preside la existencia, la realidad y hasta las opciones posibles para encarar ambas. De este modo, lo absurdo pasar a tener consistencia de realidad, pues rotas las barreras que diferencian ambos conceptos antagónicos, lo anormal y lo normal, lo absurdo y lo cotidiano…conviven en una misma esfera que es la esfera de la verosimilitud. La resultante: el paraíso de la vida y del ser humano residen únicamente en la fantasía desbordada de la mente –donde, por cierto, no hay verdadera comunicación-y, en consecuencia, el resto de las posibilidades son meros sucedáneos de paraíso, inexistentes, que, cuanta mayor amplitud alcanzan, menos dosis de felicidad pueden llegar a alumbrar. Cuanto menor es el espacio y cuanto más cerrado, más defendible y más jugoso el resultado gratificador.
Como colofón apuntar que entre todos los elementos consustanciales a Tomeo, en Los enemigos, el delirio es el aspecto de mayor trascendencia argumental y narrativa. Una trascendencia debida a su actuación como motor y modo vital de la existencia. Su importancia es tal que toda la novela deviene, en realidad, en un delirio o una ensoñación fantástica sufrida Leonardo Zambrana quien, para su certificación verídica, se avala con la escritura más personal, vital e íntima que conlleva la plasmación del día a día en diario. Aunque tampoco debe olvidar el lector los guiños que, continuamente, hablan de la duda en torno a la fiabilidad que este diario trasnmite. En suma, una vuelta de tuerca sobre la dificultad que tiene el ser humano paa atrapar la esencia de la realidad, es decir, para atrapar y aquilatar su existencia.

* (Publicado en Turia, nª 97 , 2010:
Javier Tomeo. Los enemigos. Barcelona, Ediciones Alpha Ducay, Col. Alfanhuí. 2010, 174 páginas.)

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