lunes, 10 de enero de 2011

TAN CERCA DEL AIRE (Gustavo Martín Garzo)




MÁS ALLÁ DE LA APARIENCIA Y DE LO FÍSICO
por Ramón Acín
La historia de Tan cerca del aire, última novela de Gustavo Martín Garzo y premio “Ciudad de Torrevieja” en su IX convocatoria (2010), comienza como lo hacen los cuentos populares: Jonás, huérfano de madre, al enfermar su padre, queda obligado a desempeñar labores de cartero, supliendo a su progenitor en el oficio. Es decir, a la ausencia de su madre, se une otra trascendente anormalidad en su vida de niño: el hecho de afrontar la vida antes de tiempo y, por tanto, la aceptación, también, del aislamiento y, en principio, de la ruptura con la ingenuidad del mundo infantil. Jonás, de esta forma, al igual que les ocurre a los protagonistas de los cuentos populares, aparece como un ser diferente al estar privado de ciertos elementos propios a la generalidad, y, por tanto, es un ser anómalo.
Es a partir de esa anomalía de la orfandad sobre la que Martín Garzo levanta su edificio narrativo, puesto que la presencia de ésta permite no sólo la entrada en tromba del vuelo imaginativo, sino que, al tiempo, en su devenir, posibilita también asiento a preguntas universales y, en consecuencia, básicas para el ser humano quien, con ellas, intenta rebajar la angustia que le destila su existencia. Interrogantes –por lo general sin respuesta; al menos, sin una respuesta cerrada y precisa- acerca del sentido de la vida, sobre qué y quienes somos, acerca del por qué de la muerte, en torno a la infelicidad o, entre otras varias, sobre en qué consiste el amor.
Esta incipiente ligazón con el mundo de los cuentos se refuerza en la novela con la presencia de otros aspectos. Por un lado, con la forma comunicativa de la historia central que se asienta en la oralidad. Una oralidad que viene dada – con la ausencia de los padres de Jonás- por el relato que doña Paula, recordando tiempos pasados, le cuenta al muchacho. Relato que es posible gracias a la íntima relación que, con los progenitores del joven, sotuvo doña Paula. Una circunstancia que, además, permitirá a Jonás ahondar en su identidad y, también, por la proximidad comunicativa que contiene lo oral, ayudará a apuntalar la transición entre realidad y ficción, borrando casi sus fronteras delimitadoras para, tal como se apunta en la sinopsis de la novela, “vivir la fantasia, soñar la realidad”. Por otro lado, con el uso del viejo esquema temático de las metamorfosis; un esquema capaz de retrotraernos no sólo al peculiar ámbito de los cuentos, sino de adentrarnos en el mundo de los mitos y de las viejas historias que hunden sus raíces en la noche de los tiempos y en el mar de la tradición.
Con todo lo anterior, no es de extrañar que la lectura de Tan cerca de aire adopte rápidamente un aire de permeabilidad en todo lo que concierne a la delimitación entre ficción y realidad. Y que Jonás y su madre, Gabriela, principales personajes, participen igualmente de esa condición permeable que impregna toda la novela, con lo que ambos, al mismo tiempo, pueden formar parte tanto de la realidad tangible y de la evanescencia que es propia a la fantasía, adentrando así al lector en “el mundo callado que hay entre la realidad y los sueños” (pág. 296) o en el mundo que habita de espaldas a los hombres y a su racionalidad. En Tan cerca del aire, la realidad y la fantasía aparecen como hermanas que se agitan continuamente mientras se roban la una a la otra, con la razón y la inocencia luchando a brazo partido. Gracias a este bullir de imaginación y razón, con sus fronteras difuminadas, se aceptan, en la novela, los viajes de ida y vuelta de las respectivas metamorfosis –ave/mujer, ser humano/ave- que inoculan, en muchas ocasiones, un halo fantástico e imaginativo a su lectura, la cual, sin chirriar, se inclina gratamente hacia el misterio.
También el protagonismo de un niño refuerza todo lo anterior. Gracias a este protagonismo, la novela enlaza con la realidad ingenua del mundo infantil, dado que refleja tanto la creencia e imaginación del niño mientras escucha el relato de su pasado familiar, vital para su futuro (Jonás), como la voz anciana que se lo relata mientras lo va evocando (Laura). Un mundo en el que todo será posible, porque en él no sólo importa la hegemonía del hombre racional, sino todo cuanto rodea a éste, puesto que la vida, tal como se dice en la obra, está llena de estancias encantadas y lugares malditos que se alejan de las normas de la razón. Con la hegemonía de la razón y su dominio algo del mundo muere. Es decir, que sólo se está vivo del todo cuando se es niño, cuando la razón y la imaginación caminan hermanadas. Y sucede así porque también hay vida en el corazón de la oscuridad y de lo desconocido, en el corazón de todo aquello que no captan los sentidos y que la razón desecha.
Por otra parte, la infancia es la etapa de la vida más propicia al vuelo imaginativo, además de la etapa clave que mejor alimenta a la fantasía, al tiempo que es, también, una época que actúa como un inmenso receptáculo. En la infancia, mediante las historias y cuentos que provienen de los ancestros –oralidad-, no sólo se dispara el mundo imaginativo, sino que se acepta el peso y enseñanzas de la tradición. Y, gracias a esta aceptación, se tienden los puentes necesarios para comenzar el abordaje de la vida adulta. Con todo ello cuadra la presencia de Jonás en la novela, quien así, al escuchar el relato de Laura, la amiga de sus padres, abandona su letargo infantil, clarifica misterios, accede a su identidad y navega de lleno entre los grandes problemas de su existencia, intentando responderse el aluvión de interrogantes que le caen encima. Y descubre que la vida que late debajo de lo cotidiano y que él desconocía es tan importante o más que la que vive.
Gustavo Martín Garzo, conocedor de la literatura clásica, amante de mundos mágicos y escritor que maneja la psicología a la perfección –no en vano fue su profesión durante un tiempo-, ha sabido crear también una atmósfera adecuada para acompañar al tema de la mutación animal/ser humano y viceversa –con guiños muy acertados como la referencia clásica de “Leda y el cisne”, por ejemplo-. Una atmósfera que, además, concuerda con la localización espacial de la novela, situada en un territorio fácilmente reconocible para el lector español. El norte de España, con su frondosa naturaleza, su lluvia portadora de melancolía o, entre otros varios aspectos, la desmesura del mar, se configura como un espacio acertado en lo físico, al igual que lo es también en lo imaginativo, puesto que es un territorio propenso a la creencia de seres mutables y misteriosos como las xanas, las ninfas o las hadas –al menos, así se desprende del sustrato tradicional y de la literatura popular de la cornisa cantábrica- Otro aspecto, por tanto, que ayuda en la asimilación de la verosimilitud que persigue la novela al desarrollar la mutación de garza en mujer o viceversa.
La naturaleza - esencial en el bucolismo y en la literatura popular- se convierte con la presencia del bosque, el humedal, los campos… y las bandadas de garzas en otro protagonista clave. La naturaleza desempeña un papel semejante al de Laura cuando relata el pasado familiar de Jonás, dado que le permite desbrozar el camino hacia el conocimiento de la identidad. La identidad, su problemática, es otra de las temáticas claves de Tan cerca del aire y, en concreto, la de su falsedad. Ello es así porque el ser humano no responde sólo a una única personalidad, sino que encierra varias en su interior. La naturaleza actúa como un protagonista silencioso que acompaña el devenir y los cambios de Jonás, apareciendo siempre vital y potente, pues nunca deja de bullir con sus ríos de olores, colores, imágenes, sensaciones, sabores... La atmósfera que envuelve y en la que se acomoda Tan cerca del aire es el calor y el latido plural de los sentidos que se debaten entre la realidad y el deseo, entre la quimera y la crudeza de la vida, entre el miedo y la valentía… es decir, la naturaleza es el encuentro de un mar de voces y, a la postre, un cuento plural, infinito, misterioso e inimaginable.
Tan cerca del aire, además de caminar por un territorio físico, nos adentra en esa naturaleza que existe más allá de las historias aportadas por los sentidos y que las que dibuja la razón; es decir, nos acerca a lo silenciado u oculto, donde caben deseos, misterios, sueños… el mundo plural que habita a nuestro lado y en nuestro interior. Pero, al mismo tiempo, esta naturaleza protagonista y acompañante presenta también un enorme poso de documentación. En especial, una documentación sobre la vida y costumbre de los animales del bosque y, en particular, sobre las garzas con las que Jonás y Gabriela tienen tanto que ver. Se trata de una suma de imágenes perfecta, documentada y científica, en cuanto a vuelos, migraciones, tiempos, fenómenos atmosféricos y demás hábitos de las garzas y del hábitat en el moran. Una documentación abundante y de fondo que no rompe el grato discurrir narrativo, porque Martín Garzo ha sabido integrarla en la narración formando parte, como un elemento más, de la metamorfosis física y psíquica de Jonás –sentimientos, emociones y reflexiones de la mutación-. Así la naturaleza se puebla de vida y, con ello, muestra e ilumina la otra vida, la que queda oculta al ojo y la razón del ser humano. Una circunstancia que apoya y da fuerza a la permeabilidad ya comentada.
Tan cerca del aire es un libro culto, escrito con la elegancia ya habitual del autor, que enlaza con la literatura clásica –metamorfosis- y el mundo de los mitos, a la que vez se asienta en lo popular -leyendas de hombres criados por animales, por ejemplo- posibilitando la presencia fructífera de temas trascendentes para el ser humano, espacialmente el anhelo y la búsqueda de la felicidad y la importancia del amor, motor de vida.
El amor es una metamorfosis que ilumina, pues gracias a él, los humanos tomamos conciencia de que somos otro, de que tenemos más identidades que la aparente y conformada por los sentidos y la razón. El amor nos lleva hacia el otro y nos transforma. Eso es lo que les sucede a Jonás y Gabriela, protagonistas de la historia y claros ejemplos de la mutación resultante que contiene el amor. Éste es la fuerza que permite a ambos personajes descubrir las identidades ocultas que existen en su interior; identidades que pueden, además, acarrearles la felicidad. E identidades que, también, les hace sentirse completos -son seres humanos y garzas- y vivos frente al concepto incompleto de su sola identidad -como ser humano o como garza- antes de las metamorfosis respectivas. Y ello es así porque el amor “todo lo mezcla: lo alto y lo bajo. La verdad y el sueño, las palabras y las cosas, la mentira y la verdad” (pág. 44). Y porque el amor “nos lleva a lugares extraños, donde todo es posible, que los animales estén en el mundo de los hombres, escuchar voces de los muertos, traernos cosas de los sueños” (pág. 117). El amor es una energía que nos lleva por derroteros imprevistos, donde se confunden realidad y deseo, imaginación y vida, pasión y razón, ruido y silencio… ofreciendo una nueva y distinta óptica de la vida, una mirada especial para encarar la vida - sostenida en la bella y elegante escritura de Gustavo Martín Garzo- y observar todo cuanto rodea a ésta. Con el sabor de la tradición, el placer de la buena literatura y la ingenuidad infantil que aúna imaginación y sentidos.
Tan cerca del aire. Gustavo Martín Garzo. Plaza & Janés, 2010, 304 páginas.

(Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos, Nº. 726.)

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