miércoles, 20 de mayo de 2009

EN SUS TRECE (relato)

Era absurdo, pero continuó en sus trece.

Ella conocía su cuerpo como la palma de la mano. Llevaba años inspeccionándose. Con meticulosidad. Hasta el detalle más nimio. Nada quedaba fuera de su mirada. Siempre atenta. Y lo hacía a conciencia. Cada día. Ayudándose de espejos. Se gustaba.

Era imposible que un abultamiento así pudiera haber pasado desapercibido. Sin embargo, allí estaba. Altivo. Cerca del pequeño promontorio de sus labios, rompiendo la inmensa tersura de su piel. Tan cuidada incluso en esa zona. Resguardada y hasta oculta bajo la ropa. Y desluciendo el ébano labrado de su pubis recortado, que ella alisaba siempre que le era posible. Con sus manos, inoculándose la felicidad del solitario. Pero le dolía. A poco que presionase en él, le dolía. Con intensidad. Y el pinchazo descendía como un fino estilete desde la superficie cristalina de su piel, que tanto le agradaba, hasta lo más hondo de su cuerpo. Agujereándolo. Con salvaje violencia. Eso se dijo entonces a sí misma. Temerosa e impresionada. Pensando en lo peor.

Pero pudo más la sinrazón. Algo que en mi familia abunda. Basta con sólo pensar en mi primo.

Fue por casualidad. Lo descubrió cuando, entregada a su placer, en plena excitación, rozó el bulto. Entonces fue. Ni antes ni después. Y ahí, sin duda, estaba la raíz de todas las explicaciones posibles. Y también de las lógicas. Un descubrimiento que cambió su vida. O su forma de ver la vida. Llevaba ya varios días desde que, tras una agitada pelea, su compañero de siempre había desaparecido de su vida -"Ve con viento fresco", le había dicho con la rabia encendiéndole los ojos-. Por eso había decidido saciarse. Y la mezcla del dolor, en plena ascensión del placer, reprodujo la marea del orgasmo que ella creía que sólo el hombre le podía transmitir con el miembro crecido. Y desde ese instante tomó la decisión. Lejos de toda lógica. A sabiendas de lo que, sin duda, le esperaba.

En mi familia se dan casos muy raros. Somos así.
Pienso en mi madre.



Dice en su epitafio:
"El cáncer acabó,
mordisco a mordisco,
con su vida".

Ramón Acín

No hay comentarios:

Publicar un comentario